Con frecuencia vemos y escuchamos noticias que nos hablan del hambre en el
mundo; tantas y tantas personas que
mueren, niños que no pueden sobrevivir al no disponer de lo básico para ello;
alimentos.
Seguimos estas informaciones con la misma naturalidad, en el
mejor de los casos, como una noticia de sociedad más, como si fuese algo consustancial
a la vida misma y que, como parece no tener remedio pasamos página y a la
siguiente noticia.
Fotos de hambruna, personas que mueren en el océano huyendo
del hambre; un largo etc. de escenas que desde esta parte del mundo se
observan, mal que nos pese, con absoluta indiferencia, desde una perspectiva que me lleva a pensar lo
que vale para nosotros la vida de los demás. Tal vez lo mismo que la propia
para el resto, o lo que es lo mismo, es posible que ninguna valga lo que cada
uno pensamos que vale la de cada uno. Vivimos en sociedad, más de apariencia
que como tal. Es una de nuestras grandes miserias.
Nos preocupamos más en gastar dinero en fabricar vallas y
equivalentes que en buscar soluciones alternativas más racionales y por tanto
más humanas. Si todo el dinero empleado en estas medidas contra natura, así
como el malgastado en tantas y tantas operaciones especulativas y peor, se
destinase a proporcionar medios que a su vez se convirtieran en recursos in
situ para estas poblaciones tal vez dejaríamos de ver fotos como éstas, tal vez
no fuera necesario gastar dinero en vallas, pero todo apunta que esto importa a
demasiada poca gente. En esta parte del mundo estamos muy cómodos, no nos damos
cuenta que el hambre la tenemos al lado de casa. Nuestro día a día se traduce
en: oír mucho, hablar más,
escuchar poco y pensar menos.
Resulta más sencillo seguir los discursos oficiales y
aplaudir cuando suenan metralletas llegado el caso, que preocuparnos de la
pobreza, mejor dicho, de la miseria,
aunque sepamos que no se encuentra en montañas lejanas.
Recientemente escuché a mi Presidente hablar de la pobreza y
lo que se debía y había que hacer. La pregunta que hago es, ¿por qué no lo
hace? Es fácil discursar de una forma que suene bien, aquello que gusta oír a
la audiencia; los hechos son otra historia. Lo que el gobierno que preside hace
en este apartado es todo lo contrario a lo que dijo que había que hacer. Algo
que tampoco es noticia.
El hambre existe, lamentablemente seguirá existiendo, por una
parte porque interesa que exista, estoy convencido, y también por la pasividad
del conjunto de la sociedad, lo que nos convierte de alguna forma en cómplices
de la guisa.
Seguirá habiendo muerte, porque interesa. Es más importante
la cuenta de resultados, a la que se llega en algún caso bajo el lema, “el fin
justifica los medios”, que la vida misma.
Un ejemplo: Hace dos años, creo recordar, en Mali se desató
una hambruna como recordarán, con las consecuencias sabidas; Fondos de
Inversión habían comprado a precio de ganga la producción de cereales de
prácticamente todo el mundo; lo almacenaron hasta provocar escasez y en consecuencia
la subida de precio, una vez conseguido se saca al mercado y se obtienen los
beneficios previstos. Así ocurrió, y la población que necesitaba dicho producto
para comer si los quería había que pagarlo al precio establecido. ¿Con qué? El
resultado no es menester comentarlo otra vez. Lo importante son los beneficios,
sea cual sea el coste y procedimiento para su consecución.
¿Qué hacen los gobiernos? Obedecer a quien gobierna. Después
nos cuentan lo que escuchamos, eso que en lenguaje coloquial conocemos como
"endulzar la oreja".
A la población de esos países a los que colocamos el apellido
de tercer mundo, no sé bien por qué, es más interesante provocarles guerras,
porque también hay que reconocer que hay que dar salida a la producción de
armas de la que vive “tanta gente”, que contribuir a su desarrollo y
subsistencia. Es más rentable vender armas que libros. Los libros ya están en
su sitio, en los estantes contables de los grupos de inversión. También se
llaman así.
Ya sabemos que las armas hay que probarlas y consumirlas,
pero lejos. Y si las usamos cerca, a veces, es para impedir que la gente que
huye del hambre consiga su objetivo.
¿Se puede acabar con el hambre? Estoy totalmente convencido.
¿Hay interés en ello? Ninguno. ¿Somos todos, de alguna manera, cómplices de
ello? También.
¿Se imaginan qué supondría destinar el 50% de la inversión en
armamento de los países de occidente en iniciar el desarrollo de esos
territorios?, ¿Sí verdad?
Pues no, el mantenimiento de la opulencia de unos pocos
requiere la muerte de unos muchos y la miseria de otros más.
D. Robles