“Estos son mis
principios, si no le gustan tengo otros” (Groucho Marx)
Esta declaración del
genio Groucho, goza de plena actualidad y tiene más vigor que
nunca, sino, fijémonos en el proceder de nuestro Gobierno. Para muestra, una
más, la causa de la huida del ya ex
ministro Gallardón. Lo único que iban a cumplir de su programa ya no va a ser
posible parece, dado que es más importante un puñado de votos que hay en juego,
que cumplir un compromiso, o tener principios y defenderlos. Aunque también es
cierto, que tal vez el principio con más arraigo sea el voto.
En este caso, tengo que
trasladar mi satisfacción porque la presión social hizo que no siguieran
adelante con el cumplimiento de la que sería
única promesa electoral que lo iba a ser.
Las encuestas
anunciaban tormenta, por lo que había que reaccionar y resultó, que la reacción
provocó un huracán. Para variar, Mariano,
ni sí ni no ni lo otro. Creo que fue a conocer la muralla china, con su mente
puesta en el “Rey Juan Carlos II” y no
en Alberto I.
Un proyecto de Gobierno
que defiende un Ministro, cuando el viento sopla en contra, quien dimite y
asume la debacle es éste. ¿No debería ser el Gobierno quien asumiese la
responsabilidad?
No vayan a pensar que pretendo
defender al ex Ministro, que dicho sea de paso, su salida de la vida pública es
de las mejores noticias que pude escuchar en estos tiempos. Hizo una gestión de
su Ministerio, propia de un discípulo aventajado de Atila. He de decir que tengo
mis dudas que sea una salida real y definitiva de la política, como dijo. Más
bien creo que sea una retirada para coger impulso, al igual que hizo su “compi”
que no amiga Aguirre, y que también dije en su momento.
Recuerden que es un
señor que estaba poniendo patas arriba el sistema judicial, con la oposición y
preocupación por sus consecuencias de todos los sectores vinculados al mismo.
Que adoptó y adoptaba medidas encaminadas a alejar la justicia de la ciudadanía. Que en su reforma
del código penal no le provoca rubor alguno, referirse a las personas con una
enfermedad mental en términos de delincuentes. Con su largo etc., su huida no
puede causar otra cosa que alivio. Hay que estar expectantes hacia su sucesor
para ver si esas iniciativas obedecen a unos “principios” personales, que
también, o más bien a los de un Gobierno en conjunto.
Aquellos personajes,
cuyas decisiones influyen en nuestras vidas de una forma tan importante y
provocan efectos como los conocidos, cuando deciden, o les deciden desaparecer,
supone un respiro de esperanza.
Esperemos que en un año, más o menos, le siga el resto.
Espero para ellos,
suerte y ventura en lo personal, y para bien de todos, no volver a verlos con
uniforme decisorio.
Es cuestión de
principios
D.
Robles