Ahora resulta que si
una Institución habilita una página web para informar al público puede vulnerar
la libertad de expresión.
¡No salgo de mi asombro! Siempre entendí la libertad de
expresión como el derecho de cualquier persona a expresarse con, y en libertad.
Al parecer no, no es eso. Libertad de expresión es que la prensa y anexos
pueden decir lo que quieran: sea verdad o no, estén equivocados o acierten,
sean serios o lo otro y nadie puede desmentirles y menos corregirles.
¿Serán
sobrenaturales?, ¿profesarán ex cátedra? Tal vez sea esta la causa por la que
entienden intocable su verbo.
Cosas como esta me hacen interiorizar complejo de Dinio.
¿Recuerdan? Este personaje cubano que decía confundirle la noche, pues a mí son
estas diatribas lo que me confunden. No sabía que la libertad de expresión fuera
patrimonio y potestad de escribidores de noticias con derecho a no réplica, donde
el común de los mortales le reste asentir sin más.
España tiene grandes profesionales de la comunicación, no hay
duda. También mediocres como en cualquier colectivo, y algún que otro “botarate”
con pluma y micrófono.
Mucho me temo que los primeros, sean medios o profesionales,
les preocupe más bien poco la web de Carmena, porque su objetivo es informar
con criterio y rigor y también opinar cuando corresponda.
Sin embargo, los militantes en los otros dos grupos, al
actuar sobre el escenario de la creación de opinión que les corresponde en
función de su interés, o del medio que representan, sienten la necesidad de
expresarse de forma incontestable. No importa lo que digan, sea cierto o no. Lo
importante es generar opinión y que nadie les corrija: ni los propios
interesados. Y si lo hicieren, ahí los tenemos ejerciendo su inapelable derecho a su
libertad de expresión.
Recientemente vi como un medio titulaba en portada una
conspiración contra el Rey. Quedan tan anchos y llenos de razón. No se
les puede contestar ni corregir. ¡Van apañados!
Es el mismo medio aficionado a publicar fotos añejas y no
hacerlo con otras más contemporáneas: todo depende de quién sea el protagonista
del film o interés del momento.
Es lícito que alguien diga lo que crea, como crea y donde
crea. Eso es libertad de expresión. Si se hace con seriedad y coherencia
mejor. Pero dejando al margen lo último,
cada cual se exprese como le apetezca. Ahora bien, no se les ocurra tratar de
impedir que los demás lo hagan y mucho menos aquellas personas o Instituciones
aludidas, máxime cuando lo que se diga no sea del todo correcto. Tratar de
impedir estas iniciativas sí es vetar la libre expresión.
Me parece lamentable que a esta campaña “mordaza” se suba en clave oportunista el político de turno, y digo esto, porque considero que Carmona sobre Carmena no estuvo lucido y pecó de oportunismo. Mal va por ese camino.
No vi en parte alguna que la alcaldesa de Madrid haya tratado
de impedir que la prensa diga lo que quiera. Lo que si dice es que en su página dirá las cosas como se
produzcan y corregirá lo que tenga que corregir.
Que esto disguste a algunos es para sospechar, y yo sospecho,
sin rubor ni pudor que es así.
Quien teme ser corregido y lo rechaza, algo esconde y en este
caso no es más que ese interés en adulterar la noticia con el objetivo de
crear opinión y desacreditar la labor de la alcaldesa.
Hay medios que no saben digerir los procesos democráticos. Cronistas que no tienen otro objetivo que jugar en contra. Manuela Carmena tuvo la osadía de desafiar el orden establecido y además alterarlo. Esto, hay demócratas de nacimiento que no pueden ni saben asumirlo, menos interpretarlo y hay que trabajar desde el minuto cero para reconducirlo.
Apruebo con notable la iniciativa de Carmena. Espero que cunda el ejemplo y se extienda. No me parecería correcto que rectificase fruto de presiones. Confío que sepa superarlas y siga firme.
La fiebre de Carmona es transitoria, y el término libertad de expresión en boca de la “ex dueña” de Telemadrid, una anécdota.
D. Robles