miércoles, 8 de marzo de 2017

¿INTOCABLES?

En Madrid hay comunicadores que se sienten acosados. Esto es lo que se desprende de una noticia aparecida esta semana en el diario El País.
En toda referencia al caso leo: “una decena de periodistas”, no veo un solo nombre. Dato importante que ayudaría y mucho a valorar la información de una manera bastante objetiva.

Libertad de expresión y derecho a la información. Piden amparo por un supuesto ataque a dichos principios. Derechos que no se cuestionan, quede claro; pero no es menos claro, que no todo lo que recibimos en la calle es información aunque así se presente, y también que no todo vale. 
Tampoco sirve esconderse tras esta premisa para ejercer de franco tiradores y disparar a todo lo que interesa y en la forma que interesa.

Un micrófono, o una pluma no dan derecho a hacer lo que se antoje; por eso hay que exigir a quien tiene la responsabilidad de informar: rigor y seriedad con su herramienta. 
Respeto no basta con demandarlo, hay que saber dispensarlo, y con demasiada frecuencia observo a informadores e informadoras hacer un uso abusivo de su posición en defensa de un falso derecho que no corresponde. Estas herramientas no son una barra libre con derecho a todo.

Entiendo que una persona cuya misión es informar tiene ante sí una labor altamente importante, por lo que ejercerla con rigor debiera ser la constante ineludible; no obstante, es frecuente comprobar la facilidad con que se adultera la información que consumimos. Informar es trasmitir aquello que ocurre en la forma que ocurre, no en la forma que interesa que ocurra a quien informa.

A la hora de pedir apoyo, estoy convencido que un buen número de profesionales de la información, de quien primero deben protegerse y por ello pedir amparo es del Consejo de Administración de su grupo Editorial.

Libertad de expresión y de información no es falsear datos, mentir, difamar, construir documentos para causar daño a quien se pretende perjudicar, etc. Vivimos sobre un terreno bien abonado que hace brotar buena cosecha, y eso no es defendible ni aceptable. Sí es por otra parte censurable; de obligado cumplimiento criticar y poner en evidencia a quien lo practica. 
No sé si estará pidiendo amparo alguien que se pueda incluir en este sembrado.

¿Criticar o censurar prácticas vergonzantes es presionar? ¿Alguien se puede sentir intocable para hacer lo que le venga en gana y revolverse cuando se le responde? Pues no. Señores de la comunicación, flaco favor hace a un colectivo, cuyo prestigio no se cuestiona como tal, quien vulnera esos principios fundamentales y hace uso de prácticas miserables.

La noticia aparecida en el diario el País me  provoca bastante recelo. Recuerdo aquel editorial tan interesante que dedicó a Pedro Sánchez, y el momento en que lo hizo público. ¿Es esto libertad de información y expresión? Pues no, esto es sencillamente basura informativa. Y ningún medio, ningún periodista se considere intocable porque no lo es. 
Quien se revuelve en la basura está sucio, no merece crédito ni tan siquiera ser tenido en cuenta y por supuesto sí ser denunciado.

Anuncian una petición de amparo: dicen que una decena de periodistas, pero ni  un nombre; también que hay pruebas, pero no se muestra ni la primera. A mayores dice la Presidenta de la asociación, Victoria Prego, que es su palabra.
Con todo el respeto que me merece esta mujer, y no es poco, he de decir que su palabra aquí vale lo mismo que la mía, y ante una acusación de esta envergadura, menos palabras y más hechos y por supuesto, a los tribunales, de lo contrario será un episodio más de salsa rosa versión actualidad a la que nos tienen acostumbrados algunos comunicadores de la especialidad.

No hay nombres. Pues voy a poner de relieve alguno para ilustrarnos: imaginemos pidiendo amparo de protección a Eduardo Inda, Carlos Cuesta, Isabel Durán, Hermann Tertsch, Jiménez Losantos…….
Ante la hipótesis poco probable que sea alguno de estos nombres, ¿será alguno del mismo nivel y parecido? Si así fuere, somos los lectores quienes debiéramos pedir amparo, auxilio y protección por la toxicidad que nos hacen respirar; aunque también es cierto que en este caso, es sencillo establecer un mecanismo de protección: no hacer “puñetero” caso de sus soflamas y ya está.

En resumen Sra. Prego: luz y taquígrafos.
¿Hay presiones impropias y tal vez amenazas? Nombres y apellidos, pruebas y al Juzgado. A partir de aquí cada cual asuma su responsabilidad. ¿No se sigue este sencillo proceso? Entonces a callar, porque es bastante sospechoso y siempre posible que sea otra maniobra más de desprestigio y búsqueda de crear opinión. No iba a ser la primera vez.

Y ahora, a prepararse para la embestida en tromba de interesados en el barro. Siempre suele  aprovechar la coyuntura quien más motivos tiene para estar callado.
Tiempo al tiempo

                                                                        D. Robles

sábado, 4 de marzo de 2017

EL AUTOBÚS DE LA VERGÜENZA


Una organización, de cuyo nombre no quiero acordarme, nos dedica esta semana una exaltación de valores sustentados sobre la base de una moralidad mal entendida. También nos ilustra sobre el bien y el mal; lo propio e impropio y todo buen hacer que el derecho divino provee.

Un autobús decorado con imágenes y titulares cuya construcción debió suponer meses de trabajo y esfuerzo intelectual se dispone a recorrer las calles de Madrid y amenaza con acudir a Barcelona, Valencia y quien sabe dónde más, puesto que la irracionalidad elevada a un máximo exponencial es capaz de superar fronteras.

Esta gente, aupada y liderada por lo más retrógrado y anti-diluviano del Clero, no sólo quiere vivir conforme a su criterio y creencias, algo legítimo y respetable, sino que busca imponer y obligar a los demás a hacerlo bajo un yugo hipócrita de falsa “moralina” en aras de unos valores que no lo son.

Si la teoría nos dice que debemos tener cuidado de quien en público y en sede basílica abraza los santos, la realidad nos dice que cumple la máxima. 
Resulta frecuente visualizar en un banco del Paraninfo Celestial postrados de rodillas, dar golpes en el pecho y pedir perdón por los pecados, a la vez que ofrecer todo tipo de comprensión y apoyo a los “descarriados”, para, al salir de la procesión volver a pecar y señalar con el dedo inquisitorial a quien minutos antes ofrecían toda su consideración y respeto.

Este conglomerado de sabiduría y valores que desbordan, los presentan en un autobús de color, a la vez que nos recuerdan que en la educación de nuestros infantes ha de prevalecer un catecismo y cuantas falacias recrea, sobre las materias donde se forme en conocimiento y valores de respeto a los demás; respeto a la diversidad, vivir y convivir en la diferencia; respeto al medio ambiente (medio ambiente = a vida), y un largo etc.
Mejor insistir en el mantra de homosexualidad igual a enfermedad curable y otros que ayuden a mantener viva la llama.
Recobra actualidad la afirmación de aquel obispo americano cuando entró en el observatorio del Vaticano y dijo: “Para que queremos ciencia habiendo fe”.

Razón tenía Séneca cuando afirmó: “La religión es verdad para la gente común, falsa para los sabios y útil para los poderosos”

Resultaría simple esperar que los autobuses del odio pinchasen sus ruedas para dejar de seguir extendiendo su ira, pero pienso que es mejor pedir que sigan su recorrido y cuanto más mejor, con el ánimo que a mayor conocimiento de la fobia de estas almas en pena, mayor será la respuesta que cosechen.

Viajer@s del autobús. Apóstoles de la sinrazón: respeto y defiendo que puedan vivir conforme a sus creencias y prioridades, de la misma forma que exijo que dejen en paz a quien hace lo propio y no interfiere en sus vidas.

Para quien no sea capaz de cumplir esta sencilla recomendación porque su conciencia u obstrucción neuronal lo impida le recuerdo que los psiquiatras saben gestionar estos desequilibrios. 
Una persona homosexual o transexual es exactamente igual que otra que no lo sea, y que ustedes, almas en tránsito sobre ruedas. 
Hay algo que sí hace que ustedes sean un poco diferentes. Su fanatismo les impide ver el mundo en que viven.

Sexo, color, religión, origen……no hace a una persona mejor que otra, ni más digna ni más respetable, eso lo aporta la educación, cuya insuficiencia fluye por las ventanas de los cuatro costados del autobús.

Homosexualidad no es enfermedad. Defender tal cosa, como ustedes hacen, viajer@s del autobús, y quienes les aúpan desde las sacristías sí es un desajuste serio.
Si nadie lo consideró, les recomiendo que empiecen a valorarlo, nunca es tarde, y seguro que la solución a su problema la van a encontrar antes en una clínica que en una sacristía.

¿Cuándo los Obispos, paladines de la verdad absoluta piensan empezar a curar a tanto “enfermo” que hay en sus alcobas? ¿No encuentran el fármaco adecuado?
Tal vez mejor mantener su coherencia; y subidos al autobús tapar cuando haya que cubrir a la vez que seguir exhibiendo fe y buenas formas al otro lado de la puerta.

                                                                 
                                                                 D. Robles