viernes, 13 de diciembre de 2024

LA CONEXIÓN MALTESA

 

                                           

Me voy a permitir hoy adoptar este título que pertenece a la obra del mismo nombre, cuyo autor, Jordi Sierra i Fabra, desarrolla una trama, cuya lectura recomiendo por lo bien tejida que está y su dosis de realismo.

Viene muy a cuento de la actualidad que hoy pretendo desarrollar: las tramas; las conexiones; su desarrollo, etc.

Hoy la Sra. Gamarra (esta señora que parece estar siempre enfadada) habló de Nostradamus. Dijo que no era necesario ser Nostradamus para predecir no sé muy bien qué. Efectivamente no lo es, y estoy totalmente de acuerdo con ella.

Hay hechos que llaman tanto la atención que a poco que se observen, no es necesario ser Nostradamus.

Veamos si no los últimos acontecimientos en la vida pública con final judicial. Rápidamente nos daremos cuenta de un modus operandi común en todos ellos: Un medio (por denominarlo de alguna forma) publica un artículo, muy probable y previamente consensuado, tal vez fabricado junto a una o varias de estas organizaciones tan higiénicas y democráticas denominadas sindicatos o equivalentes, cuyo nexo común suele ser la sotana.

Una vez publicado lo toman en sus manos y acuden a los tribunales. Mejor dicho: a un juzgado concreto, donde seguro lo espera un magistrado de la cuerda. Este lo eleva a proceso de investigación donde ya lo espera el Partido Popular para lanzarse ipso facto a la yugular y sea cierto o no, lo que importa es montar el lío que a su vez es replicado por los altavoces afines que sólo tienen un objetivo: tumbar al gobierno de turno por cualquier procedimiento.

Hay casos en curso que todo apunta que van a dilatarse en el tiempo. No interesa cerrarlos (tal vez porque no hay caso y se acabaría el barullo) e interesa mantener vivos para conseguir su objetivo, porque ya sabemos que el ruido tiene su efecto. Además, vuelvo a la Sra. Gamarra cuando habla de calvario judicial. Interesa hablar muy alto de calvarios y otros avatares para despertar la atención de la ciudadanía y evitar así el seguimiento de los propios, porque calvarios donde los haya, el que tiene en su casa. Años y años con causas abiertas, unas ya juzgadas con un buen número de cargos condenados que no investigados. Unos encarcelados, otros en la antesala del penal, incluido el propio partido que recordemos fue condenado por los delitos ya conocidos, a las que hay que añadir las que están en curso que no son pocas. Esto si es un calvario, pero claro, hay que procurar levantar la voz y fabricar los que sea para tratar de tapar los propios.   Que la gente no hable de los míos.

¿Qué papel juegan algunos jueces en todo esto? pues mucho, a la vista está, y vuelvo al Nostradamus de la Sra. Gamarra.

Jueces que les preocupa más atacar y procurar destruir a un Gobierno que su lícita labor de justicia, que con esta praxis consiguen transformar en ilícita desde el momento que trascienden su labor a la arena política y forman parte de la Conexión Maltesa, en este caso creo que hay que hablar de la conexión madrileña con oficina abierta en horario veintoicuatro horas en Puerta del Sol.

Ahora bien, son intocables y como tal, nadie emita una crítica porque presto tocan a rebato censurando a quien se atrevió a tal. Es decir, ellos y ellas por el hecho de serlo derecho de pernada. El resto, aguántense en silencio.

Pues no, estos y estas, son unos indecentes vendidos a una causa, que suponen moral, y alejados del ejercicio para el que fueron designados.  Denigrando la labor de tantos y tantas que sí ejercen con honestidad.

Un ejemplo de última hora: Un tal Aldama efectúa una declaración en sede judicial. ¿Pruebas? Hasta la fecha ninguna pero unas horas después es puesto en libertad.

Como diría Iglesias padre: ¡raro! -raro! -raro!

A partir de aquí dos últimas reflexiones:

Me indignan estas prácticas, aunque las puedo interpretar en ese contexto.

Me entristece que tanta ciudadanía las asuma y consuma sin la menor reflexión y sin ver qué hay detrás de todo este barullo.

                                                               D. Robles