martes, 12 de agosto de 2025

ESPAÑA ARDE

 

                                                     

Siempre, cuando truena nos acordamos de Santa Bárbara. Siempre, cuando hay un vendaval se buscan responsables que también siempre, suelen ser otros.

Estos días España arde, se quema, desaparece de nuestra vista el esplendor y frondosidad con que nos obsequiaba paisajes enteros. Vecinos que pierden sus casas y otras pertenencias. Ciudadanas, ciudadanos que pierden sus recursos vitales; su forma de vida.

¿Y ahora qué? ¿Es suficiente con trasladar solidaridad y algún que otro anuncio de apoyo? ¿es suficiente cuando muchos de estos desastres pueden ser evitables?  

No sé si todos. Tal vez no. Pero muchos seguro que sí.

Un espacio tan sensible como Las Médulas en el Bierzo, patrimonio de la humanidad no tiene un sistema preventivo adecuado para evitar un desastre como el que nos exhibe las llamas enfurecidas y descontroladas a juzgar por lo conocido y si no, que alguien lo explique después del espectáculo que la realidad nos brinda. Y digo las Médulas por su valor emblemático y no por ello menos importante su afectación que el resto de los casos.

Cuando la ganadería era habitual nuestros montes estaban más cuidados. Los animales, alguno tan concreto como ovejas, cabras y asnos eran los mejores desbrozadores naturales que se conoce. Ello sumado al cuidado que los ganaderos solían tener; aquello era eficaz, sobre todo en la alta montaña.

Ahora no hay cabras, tampoco ovejas ni asnos No hay apoyo, consideración ni respeto para su desarrollo tradicional. Nadie puede sentir interés por tal actividad teniendo en cuenta que lejos de incentivar y cuidar esta práctica más bien se penaliza. En cambio, las autoridades ¿se preocupan del cuidado del monte y su mantenimiento para evitar desastres como los que nos ocupan y preocupan estos días? Parece que no, que no les preocupa demasiado, más allá de aparecer en una rueda de prensa cuando ocurre un desastre para trasladar el mensaje previsto y esperado y culpar a otros, si es el caso, de la debida responsabilidad. Los montes están abandonados. La maleza crece desmesurada sin control, cegando caminos e invadiendo espacios.

Todo sucede a partir de una “chispa” enviada por el dios de los truenos o por algún desalmado cuya patología no es fácil interpretar. 

No hay pena habilitada suficiente para el último ni mecanismo construido para evitar las consecuencias del primero.

Y ¿ahora qué? ¿seguiremos igual, esperando el siguiente? Me temo que sí, dado que las autoridades competentes no parecen serlo para manejar estas situaciones.

Ya sabemos que las vacaciones están sobrevaloradas, pero aun así hay a quien le cuesta suspenderlas para atender un desastre desde la primera línea que le corresponde.

Mucha protección (o tal vez no) del medio ambiente, mucha vigilancia para según qué y mucha despreocupación para algo tan esencial.

                                                       D. Robles