Evaluación. Es la nueva propuesta del Ministerio de Educación, Cultura,
Deporte, y no sé si de algo más, para mejorar la educación en España. Evaluar, y
no al alumnado como cabría esperar.
No hay tregua a la sorpresa. Ahora pretenden evaluar
la calidad del docente y retribuirle en función de sus resultados. ¿Qué resultados? ¿Porcentaje de
aprobados? ¿Otros? Después deberán superar una reválida,
supongo, para estar a la altura de la LOMCE.
¿Cómo hacerlo? Se habla de instalar cámaras en las aulas para evaluar los métodos pedagógicos y proceder a la
superación de los mismos. Serán cámaras
inteligentes, también supongo, para evitar la filmación de los
menores que se encuentren en dichas aulas.
Desde aquí hasta que finalice el recorrido de esta
propuesta debemos estar atentos para recibir multitud de ocurrencias y también algún que otro
disparate.
Se dice que hay docentes que no pegan palo al agua.
Seguro que sí, como en todas partes y colectivos; pero esto nunca
puede cuestionar el trabajo de un conjunto y menos justificar una medida de
esta naturaleza.
Imaginen que la aplicamos a la vida pública. En
nuestro Parlamento tal vez superen la evaluación dos docenas, más o menos, de señorías y con una
retribución bastante más suculenta que la de un profesor.
Si quieren mejorar la educación, se hace dotándola de
recursos humanos suficientes, no restándolos.
Se mejora, proveyendo de medios materiales necesarios
al trabajador de la enseñanza, no mermándolos.
Se mejora dándole estabilidad y no sujetándola a los
vaivenes de cada legislatura adecuándola al interés del
gobernante de turno.
Se mejora pensando en generaciones y no en elecciones
Se mejora con la gestión de gobernantes capaces de pactar un
acuerdo por la educación al margen de siglas y otros. Algo impensable hoy, puesto que para esto son necesarios políticos de cierto nivel y compromiso.
En definitiva, se mejora con sentido común y no con
ocurrencias, y menos con normativas como la LOMCE pensando más en los
mercados que en la gente.
El ejercicio de la educación, al igual
que otros servicios públicos en este país, está en manos de grandes profesionales, que
además de ejercer
su trabajo han de enfrentarse a iluminados con cátedra, que pretenden marcar el guion a
quien sabe más que ellos.
Algo tan importante y trascendente para el desarrollo
de una sociedad, como es la educación, no puede estar en manos de
oportunistas y cazadores de votos.
El gran problema de la educación está en los Ministerios, no en los centros educativos. En estos los problemas que hay, son otros, que sí necesitan apoyo y merecen preocupación, y que no se resuelven con cámaras.
Puestos a evaluar: yo quisiera saber con quién se reúnen mis
Ministros en sus despachos, para evaluar si merecen mi aprobación o no, también cuál es su día a día, ¿es nuestro
derecho, o no? pues ¡hala! cámaras en todas partes y a rendir cuentas a quien les
paga, es decir, nosotros. Metidos en faena, un disparate más, en medio
de tantos, ni se ha de notar.
Vaya por delante mi solidaridad y apoyo a todo el
profesorado de este país y reprobación a ocurrentes bien pagados.
Evaluemos, sí. Todos debemos evaluar y también ser
evaluados. ¿Sabremos evaluar a los evaluadores?
D. Robles
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