El pasado domingo día cuatro de febrero, Santiago de
Compostela fue escenario de una magna manifestación que puso de
manifiesto la preocupación creciente por el camino que sigue nuestra sanidad pública: Buque
insignia de nuestro sistema social.
Paralelamente los gestores públicos nos
informan de la buena salud que muestra el sistema y su gestión.
¿Qué debemos creer y a quién?
No hay mejor forma de llegar a una conclusión que comprobar
en primera persona dicho funcionamiento.
Una vez hecho, es fácil tomar conciencia del camino de degradación de forma
sostenida que sigue, a lo que hay que aventurar su final irreparable si alguien
no lo impide.
Sin dejar de considerar aquellos vicios y aptitudes
poco éticas que
hubiera que corregir; esta intervención nunca debiera albergar ni justificar el
camino emprendido.
Dejo claro y sentado en primer lugar, el nivel profesional
y humano de los profesionales del sector, gracias a los cuales esto todavía sigue
funcionando a pesar de las dificultades que encuentran en el día a día:
Tiempos de consulta programados. Estímulos e
indicaciones para prescribir unos fármacos y dificultades o exclusión de otros.
Jornadas laborales excesivas y según sea el caso la primera función que ha de
hacer un facultativo cada día es firmar su contrato de trabajo que será de 24 horas,
lo que hace que una persona, y esto es extensible al conjunto de la sociedad, a
lo largo de un año pueda firmar del orden de 100 contratos laborales.
Hay que reconocer que es una forma de mejorar las
estadísticas que
sirven al i- responsable de turno manejar unos datos que no son reales. 100
contratos de trabajo no son 100 personas que se incorporaron al mundo laboral,
es una que firmó 100 veces, pero los dastos se anuncian y demasiada gente cree y valora en la forma que quiere y espera el o la anunciante.
Nos informan que bajan las listas de espera y hay que
hacer la misma lectura que en los contratos laborales. ¿Por qué?
Acudimos a un centro sanitario a solicitar asistencia
y si el periodo máximo establecido son seis meses y estuviera cubierto
le dirán que debe volver
a solicitar cita pasado ese tiempo, lo que quiere decir que las estadísticas hablan
de un máximo de seis
meses, pero la realidad es muy diferente.
Pido cita para una consulta en mayo y se me concede para
noviembre. El facultativo cree conveniente realizar una prueba y esta se
habilita para febrero.
Llega febrero y el médico que debe hacerla coge una baja
(también enferman
los médicos y en la
situación actual me
pregunto como no enferman más) y recibo una llamada para informarme que se
modifica la fecha y que acuda a hacerla a una clínica privada, es decir, el médico no tiene
quien le sustituya. Me dicen que acuda a la privada. ¿Qué me están diciendo de
forma subliminal?
Si prefiero
hacerla en la sanidad pública no tengo fecha.
Más ejemplos: Para ahorrar dinero hay productos que son
sustituidos por otros antes de saber si pueden ejercer de sustitutos con garantía o por el
contrario pueden presentar alguna contraindicación: Intervención quirúrgica cardíaca. El
paciente entra en parada. El personal de quirófano no entiende el por qué, hasta que alguien se da cuenta que uno de los productos utilizados no es degradable como debiera
y es lo que provoca el cuadro en el paciente. Hasta ahora se estaba utilizando
un producto que si respondía a la necesidad del momento. El de ahora es más barato,
claro, pero puede generar problemas.
Esto fue publicado en una prestigiosa revista
americana por uno de los intervinientes, harto de recortes y de las condiciones
en que se ven obligados a ejercer su profesión.
Sirvan como ejemplos para ilustrar una realidad sobre
la cual podría escribir folios y folios.
Grandes profesionales, infravalorados por el sistema
que debiera mimarles.
No basta con que sean reconocidos por el público, al
menos por quien está escribiendo.
¿Nuestro fin será como el de los americanos: quien tiene
dinero tiene médico y quien no que se apañe? Todos es
posible si no lo impedimos a tiempo.
Una buena forma son las urnas, no lo olviden.
D.
Robles
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