¿Hacia dónde camina Europa? Esa Europa de los veintisiete. Esa Europa que decidió unir países, territorios y gobiernos bajo un fin: crear un ente próspero y fuerte. La Europa del bienestar. La Europa fuerte que nos haría más fuertes. La Europa que sería quien de afrontar retos y superar cuantas dificultades se presentaran.
Esa Europa que sin pretender restar
una coma de aquellos valores que sí representa; me apena, entristece e indigna
cuando observo su incapacidad y titubeos a la hora de tomar decisiones
trascendentales en el contexto internacional y mostrar un mínimo de esa
autoridad que se le supone, o suponía. Retos que cuando se presenten sería
capaz de alzar la voz, mantener una posición clara y contundente sobre todo ante
situaciones que sonrojan al común de los ciudadanos. Esa Europa que hoy no hace
sino mostrar una debilidad que nos lleva a pensar que tal vez no es lo que se
pensaba y esperaba y que puede ser más apariencia que realidad.
¿Dónde está Europa? Haciendo filigranas, transitando por el laberinto que sube y baja sin saber dónde parar ni que traje poner.
Será que es más débil de lo que cabría esperar. O simplemente que en el contexto internacional es más bien poca cosa, además de ser demasiado dependiente sin haber sabido trazar a lo largo de su existencia el camino para dejar de serlo.
Me satisface, al menos, ver que
España es el país de esos veintisiete que tiene la idea más clara, decidida y
civilizada al respecto.
No es posible asistir de manera
impasible a este desastre. No hay nada: ni compromisos comerciales del tipo que
sea ni otros que hagan agachar la cabeza y mirar al suelo por ser vos quien
sois cuando vos sois un vil nazi asesino.
¿Cómo es posible que este personaje
teñido hasta en sus ideas ponga al mundo patas arriba incluido su EE. UU. y no
se le ponga freno y sea conducido a ese Guantánamo que tanto le agrada?
Resulta demasiado triste pensar que
solo quepa la esperanza que dentro de su casa impere el suficiente sentido
común y arrojo y sean capaces de anularlo, porque fuera todo apunta que no hay
lo que debería haber.
Y que no sea demasiado tarde, donde
la involución sea irreversible.
D. Robles
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