sábado, 22 de abril de 2017

EL COLOR NEGRO DEL DINERO


En nuestro vocabulario habitual es muy usual utilizar la expresión “dinero negro”. Pero ¿qué es dinero negro? Qué entendemos nosotros, ciudadanos corrientes y qué la Administración u otros. Encontramos tal cúmulo de acepciones y asignación de color según interés que resulta imposible ponernos de acuerdo.

Lo primero a que debemos aplicar oscurecimiento de color, es aquel elemento material monetario que escapa a cualquier control del fisco, que elude el pago correspondiente de una carga (racional) impositiva y circula para uso y disfrute de su titular poseedor con el correspondiente perjuicio general. Procedimientos tan instalados en nuestra cultura y proceder, que resulta poco menos que imposible, al menos en una o dos generaciones erradicar de nuestros días.
Sólo la educación podrá cambiar el panorama.

A cerca de quién está en condiciones de manejar tales recursos y quien no, sobra comentar.

Además de esto, el fisco considera dinero “ennegrecido” aquel que siendo de nuestra titularidad legal y tenemos depositado en un banco, un día decidimos sacar y guardar bajo el colchón de casa, por el simple hecho que nos da la gana. Si pasado un tiempo decidimos ingresarlo de nuevo en una entidad bancaria, ¿qué ocurre? Pues que debemos explicar su origen y pagar tributo por ello. Dar explicaciones a la autoridad tributaria del por qué es nuestro ese dinero. El fisco considera tal operación blanqueo. ¿Se lo pueden creer? A mí me costó, lo confieso. 
Nada menos que el fisco español. El mismo gestionado por un gobierno que domina el color del dinero en siete idiomas a la vez que sabe mirar par otro lado o facilitar “lavaderos”.

El mismo cuya Vicepresidenta se permite la licencia de decir en rueda de prensa rutinaria después de la reunión ministerial y refiriéndose a aquel caso Monedero (que no voy a exculpar su responsabilidad) que si todos hiciésemos lo mismo quién iba a pagar la sanidad, educación etc. ¿Lo recuerdan? La Vicepresidenta de un gobierno sostenido por el partido de la mafia, haciendo un castillo de una menudencia para distraer la atención del asunto grave de color negro que vive este país.

Nosotros debemos pedir permiso para mover nuestros ahorros, y si no convence a la autoridad del momento, correctivo al canto. Autoridad, que a la vez que exige cumplimiento, hasta rozar el esperpento como es el caso, sus cuadros expolian, blanquean y evaden impuestos en sus pagos como está probado.

¿Realmente es este un sistema democrático, o más bien una auténtica “mamandurria”?
¿Por qué no se extiende la campaña de A3 Media: “Ponle freno” a esta tomadura de pelo? 
Si tuviese el mismo éxito ya habríamos avanzado algo.

Tal vez vivamos cómodos instalados en el cabreo constante y sin mover un pie. Al fin y al cabo somos animales de costumbres y a todo nos acostumbramos; hasta el punto de saber que nos roban por los cuatro costados y seguir aplaudiendo.

Si algo hay de color negro, y negro fúnebre es el panorama que nos presentan cada día nuestras autoridades. Y aquí hay que pararse para concluir que: por un lado es vergonzoso lo que estamos viviendo; hechos que hacen sentir vergüenza de país. Ver cómo la larga sombra de la mafia es capaz de “cargarse” jueces y fiscales que tratan de poner orden para colocar a quienes siendo afines permiten un resquicio que les permita seguir malversando sin que la gente se entere, o también girando el discurso para convencer a los ya convencidos.

Siento la necesidad de dar las gracias a todos los y las profesionales de la Justicia que de forma valiente no se dejan intimidar y siguen persiguiendo el delito por muy alto que sea el escalón que ocupe en las esferas del poder a  pesar de la escasez de medios de que disponen.
Por otro lado, tristeza de un país que ya hace tiempo tenía que estar en la calle exigiendo justicia y dignidad y por el contrario sigue disculpando y apoyando a tanto sinvergüenza.

Hay un color negro sobre nuestros días que parece irreversible. Y sí, también hay dinero de color negro, muy negro.

                                                                        D. Robles   

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