Los últimos episodios nacionales, que escribiría Pérez
Galdós, aportan a nuestra vida diaria una ensalada de realidades que no hay por
dónde coger.
Por un lado provocan un hartazgo y cansancio insufribles y
por otro nos deja sin lugar a la indiferencia.
Resulta difícil seguir de cerca tal fertilidad de noticias e
improperios, y también imposible buscar, y menos todavía encontrar un punto de
cordura y sosiego en medio de tal “marabunta” de sucesos.
Cataluña se convirtió
en nuestro desayuno comida y cena, en nuestra pesadilla nocturna y también
diurna, a la vez que sirve de distracción para que no nos enteremos demasiado
de otro asunto fundamental de nuestra historia e histeria contemporánea: el
enjuiciamiento por golfería del Partido del Gobierno, donde por primera vez en
la historia de nuestra piel de toro un partido político es sentado en el
banquillo por “chorizo”. Algo que quien más quien menos ya sabe y también quien
menos quien más no ve o no quiere. Los hechos, hechos son.
Ríos de tinta, mares se podrían escribir sobre los episodios
nacionales de los últimos meses. Poco a poco podemos ir comprobando como un grupo de insensatos
y temerarios son capaces de organizar una de las mayores crisis sociales que
pudiéramos imaginar. También hay que reconocer, que no es mérito exclusivo de
Puigdemont y compañía. En este desbarajuste estuvieron muy arropados por el
grupeto de no menos insensatos e irresponsables atrincherados en el fortín
“Monclovita”, incapaces de dar respuesta a un problema que se veía venir desde
hace años. Es más, estos últimos son causantes en gran medida de este
despropósito como bien se puede explicar.
Los inquilinos de ambas sedes gubernamentales se bastaron
para poner al borde de un ataque de nervios a todo un país.
Y en medio de todo, no dejó de provocarme cierta perplejidad
la facilidad con que una gran masa social se coloca detrás de sus banderas para
defender una serie de valores de los que estoy seguro que una gran parte no
sabe bien que está defendiendo.
Salen enfervorizados a la calle al toque de una corneta de
discursos patrios esgrimiendo una aptitud y lenguaje que invitan a huir del
país.
Sinceramente digo, y he de reconocer que lo que estamos
viviendo estos meses me hace sentir auténtica vergüenza de país.
¿Cómo es posible que seamos capaces de sustituir con tanta
facilidad cerebro por vísceras?
Me pregunto qué ocurriría en España si ese fervor, ese calor
y esa predisposición a salir a la calle por un asunto como éste lo utilizásemos
para denunciar a los golfos que nos saquean; a quienes están arruinando miles
de vidas; a enfrentar las injusticias y atropellos que vivimos a diario, etc.
Tal vez nos situáramos en otra realidad, ¿no les parece? Pero no. Nos motiva
más las banderitas y el patriotismo mal entendido.
Otro capítulo de la misma novela: Los presos.
Para unos presos políticos, para otros políticos presos. Cada
cual haga su lectura.
Las leyes pueden gustarnos más o menos, pero están hechas
para ser cumplidas. Se puede trabajar para cambiar aquellas, o aquellos
aspectos de ellas que sean mejorables, pero mientras están en vigor deben ser
acatadas y respetadas. Aquí y en cualquier lugar: entiendo.
Si se vulneran e incumplen han de asumirse sus consecuencias.
Hasta aquí creo que es fácil estar de acuerdo.
Ahora bien, en el caso Catalán ¿cómo es posible que unos
vayan directos a prisión y otros no?
Según el Tribunal que toca el resultado es uno u otro. ¿Son
distintas las leyes o la forma de interpretarlas?
Todo apunta que cometieron el mismo delito.
Si he de emitir una opinión al respecto diré que veo bastante
más acertado y sensato el proceder del Supremo que el de la AN.
Y aquí me voy a permitir acudir a la recurrente Venezuela. Sabido
es que hay unas cuantas personas privadas de libertad en ese país. ¿Vulneraron las
leyes del Estado? Es fácil pensar que sí puesto que fue también la Justicia quien
los encausó. De ello también se puede hablar largo y tendido.
Sirva sólo como ejemplo, por ahora, para visualizar el doble
lenguaje de los nuestros. Utilizan el
que conviene y según conviene. Si en aquel país alguien vulnera sus normas deberá también asumirlo, ¿o no? Como en cualquier parte.
Si es así, ¿por qué se organiza tal algarabía en la avanzada
España para terminar haciendo lo mismo? , ¿está bien en un lugar y mal en
otro?, ¿todo depende de quien lo hace?
Y hablando de mensajes y discursos, escuché al Presidente del
Gobierno decir que los líderes catalanes encausados están inhabilitados para el
ejercicio de la vida pública por haber mentido al pueblo catalán. ¡Ole y ole! A
mí me sonrojó, a él no.
Por supuesto que quien miente a su pueblo y lo engaña no
debiera seguir en activo.
¿A qué espera pues Mariano para tomar nota de sus propios
consejos y hacer la maleta?
¿Le valida y otorga carta blanca ese puñado de votos y
aplauso que le proporciona quien se los va a dar haga una cosa o la contraria?
Entre tanto, pueblo
llano: sigamos obedeciendo, aplaudiendo y sacando de paseo las banderitas.
Motiva más.
D. Robles
No hay comentarios:
Publicar un comentario