sábado, 18 de noviembre de 2017

¡PAÍS, PAÍS!

Los últimos episodios nacionales, que escribiría Pérez Galdós, aportan a nuestra vida diaria una ensalada de realidades que no hay por dónde coger.
Por un lado provocan un hartazgo y cansancio insufribles y por otro nos deja sin lugar a la indiferencia.
Resulta difícil seguir de cerca tal fertilidad de noticias e improperios, y también imposible buscar, y menos todavía encontrar un punto de cordura y sosiego en medio de tal “marabunta” de sucesos.

Cataluña se convirtió en nuestro desayuno comida y cena, en nuestra pesadilla nocturna y también diurna, a la vez que sirve de distracción para que no nos enteremos demasiado de otro asunto fundamental de nuestra historia e histeria contemporánea: el enjuiciamiento por golfería del Partido del Gobierno, donde por primera vez en la historia de nuestra piel de toro un partido político es sentado en el banquillo por “chorizo”. Algo que quien más quien menos ya sabe y también quien menos quien más no ve o no quiere. Los hechos, hechos son.

Ríos de tinta, mares se podrían escribir sobre los episodios nacionales de los últimos meses. Poco a poco podemos ir comprobando como un grupo de insensatos y temerarios son capaces de organizar una de las mayores crisis sociales que pudiéramos imaginar. También hay que reconocer, que no es mérito exclusivo de Puigdemont y compañía. En este desbarajuste estuvieron muy arropados por el grupeto de no menos insensatos e irresponsables atrincherados en el fortín “Monclovita”, incapaces de dar respuesta a un problema que se veía venir desde hace años. Es más, estos últimos son causantes en gran medida de este despropósito como bien se puede explicar.
Los inquilinos de ambas sedes gubernamentales se bastaron para poner al borde de un ataque de nervios a todo un país.

Y en medio de todo, no dejó de provocarme cierta perplejidad la facilidad con que una gran masa social se coloca detrás de sus banderas para defender una serie de valores de los que estoy seguro que una gran parte no sabe bien que está defendiendo.
Salen enfervorizados a la calle al toque de una corneta de discursos patrios esgrimiendo una aptitud y lenguaje que invitan a huir del país.
Sinceramente digo, y he de reconocer que lo que estamos viviendo estos meses me hace sentir auténtica vergüenza de país.
¿Cómo es posible que seamos capaces de sustituir con tanta facilidad  cerebro por vísceras?

Me pregunto qué ocurriría en España si ese fervor, ese calor y esa predisposición a salir a la calle por un asunto como éste lo utilizásemos para denunciar a los golfos que nos saquean; a quienes están arruinando miles de vidas; a enfrentar las injusticias y atropellos que vivimos a diario, etc. Tal vez nos situáramos en otra realidad, ¿no les parece? Pero no. Nos motiva más las banderitas y el patriotismo mal entendido.

Otro capítulo de la misma novela: Los presos.
Para unos presos políticos, para otros políticos presos. Cada cual haga su lectura.
Las leyes pueden gustarnos más o menos, pero están hechas para ser cumplidas. Se puede trabajar para cambiar aquellas, o aquellos aspectos de ellas que sean mejorables, pero mientras están en vigor deben ser acatadas y respetadas. Aquí y en cualquier lugar: entiendo.
Si se vulneran e incumplen han de asumirse sus consecuencias. Hasta aquí creo que es fácil estar de acuerdo.
Ahora bien, en el caso Catalán ¿cómo es posible que unos vayan directos a prisión y otros no?
Según el Tribunal que toca el resultado es uno u otro. ¿Son distintas las leyes o la forma de interpretarlas?
Todo apunta que cometieron el mismo delito.
Si he de emitir una opinión al respecto diré que veo bastante más acertado y sensato el proceder del Supremo que el de la AN.

Y aquí me voy a permitir acudir a la recurrente Venezuela. Sabido es que hay unas cuantas personas privadas de libertad en ese país. ¿Vulneraron las leyes del Estado? Es fácil pensar que sí puesto que fue también la Justicia quien los encausó. De ello también se puede hablar largo y tendido. 
Sirva sólo como ejemplo, por ahora, para visualizar el doble lenguaje de los nuestros.  Utilizan el que conviene y según conviene. Si en aquel país alguien vulnera sus normas deberá también asumirlo, ¿o no? Como en cualquier parte.
Si es así, ¿por qué se organiza tal algarabía en la avanzada España para terminar haciendo lo mismo? , ¿está bien en un lugar y mal en otro?, ¿todo depende de quien lo hace?

Y hablando de mensajes y discursos, escuché al Presidente del Gobierno decir que los líderes catalanes encausados están inhabilitados para el ejercicio de la vida pública por haber mentido al pueblo catalán. ¡Ole y ole! A mí me sonrojó, a él no.
Por supuesto que quien miente a su pueblo y lo engaña no debiera seguir en activo.
¿A qué espera pues Mariano para tomar nota de sus propios consejos y hacer la maleta?
¿Le valida y otorga carta blanca ese puñado de votos y aplauso que le proporciona quien se los va a dar haga una cosa o la contraria?

 Entre tanto, pueblo llano: sigamos obedeciendo, aplaudiendo y sacando de paseo las banderitas. Motiva más.


                                                                                D. Robles

No hay comentarios:

Publicar un comentario