viernes, 17 de enero de 2014

EL PECADO DE F. HOLLANDE


Francia tiene un problema. Su Presidente, al parecer tiene una novia, eso se dice y como cabía esperar, una noticia de este calado trasciende fronteras. Conocida la noticia hubo un momento que llegué a pensar que Europa estaba en peligro.

A este lado del Pirineo no podía entenderse de otra forma, ya sabemos, estas cosas en casa del vecino siempre despiertan un interés especial. Es tal, que en este momento me atrevo a aventurar que desplazó a un segundo plano si el paro sube o baja, nuestra prima de riesgo se estabiliza, o si nuestro Presidente hace o no el ridículo en el Despacho Oval, con un alto porcentaje de posibilidades que  así sea.

Tengo la impresión que puede llegar a tener mayor seguimiento al sur de  la cordillera que en el propio País Galo.

Cuando salta una noticia de esta naturaleza  vinculada a un personaje público, siempre provoca la polémica y debate, hasta dónde llega lo público y donde empieza lo privado.

El día después de autos, tras haber sido conocido el hecho, escuché a un tertuliano televisivo de los habituales manifestarse al respecto, diciendo que una persona pública sólo puede ejercer el derecho a la privacidad en aquel ámbito exclusivo del entorno de la alcoba; lo demás debe ser público y conocido.

Por un lado me sorprende la consideración de esta privacidad dado que todos somos conscientes que lo que más seduce a la concurrencia y  hojas rosa vende es precisamente las alcobas y al fin y al cabo es lo que importa ¿no?, mucho más que si los salarios suben o bajan o si un juez absuelve a un delincuente económico, pongo por ejemplo, y aquí de eso se trata, de un asunto de alcoba, a no ser que mi percepción no se ajuste al caso.


Cualquier opinión,  sea compartida o no, ha de ser respetada, por ello tanto la apuntada como otras las juzgo bajo esta consideración y a partir de ahí planteo una reflexión al respecto.


Una persona, sea su función pública o privada ha de tener un espacio mínimo y suficiente para ejercer su privacidad, espacio que debe ser inviolable y donde nadie debe introducir sus narices,  se llame F.  Hollande, el Ejecutivo de una Multinacional, el Autónomo de la calle de arriba o Dolores de Cospedal. Una persona pública deberá rendir cuentas y ser transparente en todo aquello que afecte a lo público y toque lo que es común al conjunto de la sociedad, aquellas decisiones que influyen en la vida de la ciudadanía y todo cuanto supone la gestión de sus recursos, (por cierto, ¿Cuántos??? Colocamos al respecto?) Bien, este no es el caso de  hoy.  


¿Cómo se puede consentir que a una persona no se le respete ese derecho inviolable? A mí me preocupa poco, mejor dicho, nada, ni debe, si Hollande tiene una novia o siete; es su asunto y el de su entorno más próximo, no del vecino y menos de la prensa, sea rosa, amarilla o de cualquier otro color. Reconozco como cierto que todos tenemos derecho a la información y los medios  a informar; derecho y obligación, pero en nombre de estos derechos no se puede ejercer un trabajo bajo la premisa del vale todo, eso nunca ha de ser consentido, puesto que es la evidencia de la vulneración de otro derecho fundamental, en mi opinión prioritario a éste.


Es fácil comprobar, cómo en algún país de los considerados avanzados,  un Presidente puede ser el mejor de la historia que como en algún momento tenga una debilidad rosa puede ser fulminado socialmente.


No puedo dejar de preguntar, ¿Habremos perdido el juicio?

                                                                                                        D.Robles

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