sábado, 8 de marzo de 2014

SOLIDARIDAD, INTERÉS U OTRA COSA


Hay características que definen a los pueblos, bien sea por su educación, por su cultura, bien por lo que se da en llamar su ADN, etc. El caso es que, los españoles formamos parte de una sociedad que dentro de los muchos valores que nos definen, hay uno al que hoy  quiero dedicar un tiempo.
Un gen que nos destaca, el solidario. Somos un país muy solidario, lo demostramos continuamente y en momentos difíciles, como el actual es esta solidaridad la que está haciendo de cuidado paliativo ante el drama en que estamos sumergidos y quién sabe si motivo por el cual no hubo ya más de un susto.
Esa solidaridad que nace de las entrañas de forma espontánea y altruista; esa que se ejerce al margen de publicidades y conocimientos generales, es la que nos define como pueblo.

¿Hay otras formas de ser solidarios? Sin duda, y estas otras variables son las que me llevan a la reflexión de hoy.
Son muchas las organizaciones vinculadas al ámbito social que requieren recursos para poder desarrollar proyectos en favor de aquellas personas que necesitan apoyo, necesitan ayuda, necesitan nuestra solidaridad. Estos recursos tienen muy diversos orígenes. Uno de ellos proviene de la iniciativa privada. Grandes Empresas, Grandes Corporaciones, Grandes Fortunas deciden aportar algo a alguna causa.
Podría ser una forma de devolver a la sociedad una parte de lo mucho que esa misma sociedad les da.

Es loable que quienes mucho tienen contribuyan de alguna manera al sostenimiento de una parte de esa sociedad.
Esta forma de practicar el compromiso social no está exenta de que, según de quien hablemos nos puede plantear algunas preguntas.
Todo cuanto observamos en este capítulo ¿tiene un componente de compromiso social solidario o puede ser otra cosa? 

Hace algún tiempo me llamó poderosamente la atención, cómo una Monja que está al cargo de una organización social y por tanto no sobrada de recursos rechazó una contribución económica a cargo de una de estas grandes, alegando con toda claridad que no quería ni un solo euro cuyo origen proviniese de la explotación de personas (algo debía saber). En el mejor de los casos bajo condiciones donde no se respetan los más elementales derechos humanos.
Persona valiente y clara. Decisión que invita a pensar.
Pensar si este tipo de contribuciones son realmente solidarias. ¿Puede darse el caso que obedezca a un intento de lavado de imagen? Todo es posible, ¿Por qué no?

Tras la aprobación de la Ley llamada de la Dependencia hubo un cierto movimiento de aproximación hacia organizaciones sociales por parte de grandes empresas, abriendo su puerta a colaboraciones y apoyos de distinto nivel. La Ley iba a generar un nicho de recursos importante, antes que el actual gobierno decidiese matarla. ¿Se está tratando de abrir una puerta al negocio? ¿Puede ser éste un interés solidario interesado?

Un análisis que nos acerque a este tipo de prácticas puede llevarnos a concluir que no todo vale y preguntarnos si todo debe ser aceptable y aceptado.

Volviendo al ejemplo, ejemplar, de la monja y trasladando la idea a un campo paralelo, el del consumo. Todos somos consumidores y como tal, ¿Somos responsables cuando adquirimos productos que sabemos de  su origen de dudosa ética profesional? Es más, ¿Somos conscientes que con ello estamos contribuyendo al mantenimiento e incremento de la explotación humana (infantil) en beneficio de unos pocos, que, eso sí, de vez en cuando se sienten solidarios? De estas prácticas surgen grandes fortunas. Pero hoy toca el campo solidario.

Un gran contrapunto entre el practicado por el conjunto de la ciudadanía y estas otras posibles formas de su manifestación.

Vinculado a esto aunque no es de consideración solidaria y bien podría serlo debo decir que nuestro ordenamiento jurídico recoge que aquellas empresas con más de cincuenta trabajadores deben tener un porcentaje de los puestos de trabajo reservado a personas que tienen una dificultad específica, como es el caso de las personas con algún tipo de discapacidad. Esta opción puede ser sustituida por una contribución a un fin social.
También la Administración ha de reservar el 7% de las plazas a la misma causa. ¿Se cumplen estos requisitos legales?
Para empezar hay que decir que quien primero incumple la norma es quien la elabora, es decir, la Administración.

Cuando una gran empresa decide contribuir a una causa social aportando ciertos recursos para el desarrollo de algún proyecto, después de lo expuesto es inevitable que surjan dos planteamientos:

Primero: Objetivo de colaboración sin más. En este caso sólo cabe dedicarle aplauso y apoyo y esperar que obtenga retorno, sea vía reconocimiento o el que proceda.

Segundo: Que sea para ejercer ese lavado de imagen; que sea buscando un interés, bien  económico u otro. En este caso creo más interesante  solicitar que se abstengan de este uso solidario y que sí lo sean en su día a día, respetando a las personas como lo que son y no como siervos a su servicio, proveedores de patrimonios que por si no se dieron cuenta, van a quedar aquí, puesto que su futuro va a ser el mismo que el de sus sirvientes y no creo que sus influencias lleguen a hacer que su fortuna, o tal vez sería más propio decir, su miseria les acompañe al más allá.

Son sobradamente conocidas las condiciones laborales a que están sometidas muchas personas, sea en Asia, Latinoamérica, etc., donde no se respetan los más elementales derechos humanos y no sería exagerado decir en régimen de explotación pura y dura para que titulares de  grandes corporaciones figuren en las listas Forbes.

Son respetables y merecedoras de admiración aquellas personas que con esfuerzo, sacrificio, arriesgando recursos, etc., consiguen generar grandes compañías, múltiples puestos de trabajo, etc. Más, si ese resultado se consigue con honestidad.
Es fácil ver cómo estos casos representan a personas que a su vez sí son solidarias.

No es menos cierto que hay grandes marcas en el contexto internacional que me pregunto si su cuenta de resultados responde a esta última opción o a la referida con anterioridad.

Hilando lo expuesto con el principio llego a la siguiente pregunta: ¿Deben las organizaciones sociales abrir sus puertas a toda contribución  que llega, sea cual sea su origen y fin?

Tal vez esa Monja nos esté indicando un camino a seguir                                                                          

D. Robles
           

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