Por si ustedes no se
habían dado cuenta, les informo que estamos instalados en una nueva versión, o mejor,
otro capítulo de una cita electoral.
Más de lo mismo, que se puede simplificar en convencernos de:
Lo bien que lo hago, lo mal que lo haces, yo soy la solución, tú el problema.
Este es el resumen de lo que nos toca escuchar.
Esta gente de lo público (los de siempre) siguen en su mundo;
organizando su circo particular y tomando a la ciudadanía, me atrevo a afirmar,
por menores de edad. Lamentable es que les funciona; les confieso que me
entristece, ver tanto aplauso por más de lo mismo, y ¡qué mismo!
Aspiro a poder perder de vista a estos de siempre. Siento
necesidad de rostros nuevos, discursos nuevos, proyectos nuevos, mensajes
nuevos. Liderados y gestionados por personalidades nuevas.
En este momento sólo merece mi atención, esa gente que
irrumpe en la arena política con interés de cambiar las cosas, a pesar de lo
difícil que resulta. Los de siempre, si tienen algún interés en reclamar y
recuperar mi atención han de darse cuenta que deben empezar por abrir las
ventanas, mudar las habitaciones, renovar el mobiliario y cambiar los
inquilinos. Y a partir de ahí, ya veremos. Es mucho el daño provocado para que puedan pretender contar con mi
confianza y apoyo.
Se han alejado tanto
de la base social que los sustenta, que basan su permanencia en el miedo
al otro. Y miedo el justo. Si algo hace sentir temor es ellos mismos al frente de la nave. Y en este
caso tanto monta monta tanto.
Cambiar esas formas de hacer, esas estructuras, se me antoja complicado,
sobre todo desde fuera de ellas.
¿Será necesario tomar conciencia suficiente e involucrarse
para empezar a cambiarlas desde dentro?
La aptitud pasiva, contemplando el rumbo del viento, aceptando el cabreo como alternativa, en el mejor
de los casos, sólo contribuye a que el destino del camino sea turbio y
pedregoso, en manos de los de siempre.
D. Robles
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