domingo, 27 de abril de 2014

EL HAMBRE EN EL MUNDO


Con frecuencia vemos y escuchamos  noticias que nos hablan del hambre en el mundo; tantas y tantas personas que mueren, niños que no pueden sobrevivir al no disponer de lo básico para ello; alimentos.

Seguimos estas informaciones con la misma naturalidad, en el mejor de los casos, como una noticia de sociedad más, como si fuese algo consustancial a la vida misma y que, como parece no tener remedio pasamos página y a la siguiente noticia.

Fotos de hambruna, personas que mueren en el océano huyendo del hambre; un largo etc. de escenas que desde esta parte del mundo se observan, mal que nos pese, con absoluta indiferencia, desde una perspectiva que me lleva a pensar lo que vale para nosotros la vida de los demás. Tal vez lo mismo que la propia para el resto, o lo que es lo mismo, es posible que ninguna valga lo que cada uno pensamos que vale la de cada uno. Vivimos en sociedad, más de apariencia que como tal. Es una de nuestras grandes miserias.

Nos preocupamos más en gastar dinero en fabricar vallas y equivalentes que en buscar soluciones alternativas más racionales y por tanto más humanas. Si todo el dinero empleado en estas medidas contra natura, así como el malgastado en tantas y tantas operaciones especulativas y peor, se destinase a proporcionar medios que a su vez se convirtieran en recursos in situ para estas poblaciones tal vez dejaríamos de ver fotos como éstas, tal vez no fuera necesario gastar dinero en vallas, pero todo apunta que esto importa a demasiada poca gente. En esta parte del mundo estamos muy cómodos, no nos damos cuenta que el hambre la tenemos al lado de casa. Nuestro día a día se traduce en: oír mucho, hablar más, escuchar poco y pensar menos.

Resulta más sencillo seguir los discursos oficiales y aplaudir cuando suenan metralletas llegado el caso, que preocuparnos de la pobreza, mejor dicho,  de la miseria, aunque sepamos que no se encuentra en montañas lejanas.

Recientemente escuché a mi Presidente hablar de la pobreza y lo que se debía y había que hacer. La pregunta que hago es, ¿por qué no lo hace? Es fácil discursar de una forma que suene bien, aquello que gusta oír a la audiencia; los hechos son otra historia. Lo que el gobierno que preside hace en este apartado es todo lo contrario a lo que dijo que había que hacer. Algo que tampoco es noticia.

El hambre existe, lamentablemente seguirá existiendo, por una parte porque interesa que exista, estoy convencido, y también por la pasividad del conjunto de la sociedad, lo que nos convierte de alguna forma en cómplices de la guisa.

Seguirá habiendo muerte, porque interesa. Es más importante la cuenta de resultados, a la que se llega en algún caso bajo el lema, “el fin justifica los medios”, que la vida misma.

Un ejemplo: Hace dos años, creo recordar, en Mali se desató una hambruna como recordarán, con las consecuencias sabidas; Fondos de Inversión habían comprado a precio de ganga la producción de cereales de prácticamente todo el mundo; lo almacenaron hasta provocar escasez y en consecuencia la subida de precio, una vez conseguido se saca al mercado y se obtienen los beneficios previstos. Así ocurrió, y la población que necesitaba dicho producto para comer si los quería había que pagarlo al precio establecido. ¿Con qué? El resultado no es menester comentarlo otra vez. Lo importante son los beneficios, sea cual sea el coste y procedimiento para su consecución.

¿Qué hacen los gobiernos? Obedecer a quien gobierna. Después nos cuentan lo que escuchamos, eso que en lenguaje coloquial conocemos como "endulzar la oreja".

A la población de esos países a los que colocamos el apellido de tercer mundo, no sé bien por qué, es más interesante provocarles guerras, porque también hay que reconocer que hay que dar salida a la producción de armas de la que vive “tanta gente”, que contribuir a su desarrollo y subsistencia. Es más rentable vender armas que libros. Los libros ya están en su sitio, en los estantes contables de los grupos de inversión. También se llaman así.

Ya sabemos que las armas hay que probarlas y consumirlas, pero lejos. Y si las usamos cerca, a veces, es para impedir que la gente que huye del hambre consiga su objetivo.

¿Se puede acabar con el hambre? Estoy totalmente convencido. ¿Hay interés en ello? Ninguno. ¿Somos todos, de alguna manera, cómplices de ello? También.

¿Se imaginan qué supondría destinar el 50% de la inversión en armamento de los países de occidente en iniciar el desarrollo de esos territorios?, ¿Sí verdad?

Pues no, el mantenimiento de la opulencia de unos pocos requiere la muerte de unos muchos y la miseria de otros más.

 

                                                                                D. Robles

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