Hace aproximadamente un año, me hacía eco de una historia
real; subrayo lo de real, porque resulta difícil darle crédito si no se vive de
cerca.
El oso, se pasea por los pueblos con más tranquilidad y
seguridad que cualquier vecino, y son éstos quienes llegado el atardecer se ven
obligados a tomar precauciones por si acaso, y eso supone, no pasear más allá
de ciertos límites de la población.
Pensé, que los hechos harían que las autoridades en la
materia: llámese Fundación Oso Pardo (FOP), bien SEPRONA, Junta de Castilla y
León, o quien fuere, tomarían medidas al respecto, viendo los desperfectos que
el plantígrado provoca al vecindario.
Pues bien, pasado un año y llegado el día de hoy la situación
no sólo no cambió en la medida que cualquier ser racional hubiese pensado, sino que más bien parece, que
los representantes de estos organismos, están tomando el pelo o algo parecido a
los vecinos de estas pedanías, tal vez menospreciándoles, ¡ quién sabe!
El oso sigue paseándose por el pueblo, sigue cometiendo
tropelías, los vecinos siguen preocupados
y los responsables protectores de la bestia esgrimiendo argumentos más propios
de un film de Spielberg que de una realidad del S XXI.
Quiero dejar sentado, para que no haya ningún género de duda
que me parece correcta y necesaria la protección al oso; como a cualquier
especie biológica que se encuentre amenazada, así como observo, es el sentir
general de los vecinos de estos pueblos afectados. Ahora bien, una cosa es la
protección y otra distinta lo que se está viviendo.
Un año después de los efectos provocados por las incursiones oseznas en
territorio urbano, la Junta de Castilla y León sigue sin dar respuesta a las pérdidas de los vecinos ocasionadas por
la simpatía del animal. Pueden recibir, eso sí, circulares cada tres meses
preguntando si están conformes con no sé qué cosa. Cuando en lugar de tanto
papel lo que deben hacer es dejar de tomar el pelo, asumir su responsabilidad y
pagar lo que deben, que dicho sea de paso, nunca compensará la baja ocasionada.
Para que ustedes se hagan una idea de la magnitud del
“cachondeo”, los agentes del SEPRONA, creo, y seguro que no por voluntad
propia, sino por indicación de alguna instancia superior: recomiendan a los
vecinos que dejen de hacer publicidad de su preocupación, denunciando la
situación ante los medios de comunicación, puesto que puede crear, dicen,
alarma social. Es decir, ¡Cállense y aguanten!, más o menos. A lo que hay que
añadir, seguro, la complicidad de algunos medios, silenciando los hechos o
dándoles un toque no ajustado a la realidad de los mismos. En resumen: la
situación en sí misma no es preocupante, sí lo es sin embargo, que se denuncie.
Por otra parte, agentes de los organismos responsables, sea
cual sea, me da lo mismo, indican que lo que deben hacer los vecinos es rodear
sus fincas con un pastor eléctrico, para tratar de impedir que el ínclito entre
a darse el gran banquete. ¡Fíjense en la magnitud del desatino! Además, como
solución me genera alguna duda: si el invitado oficial acerca su hocico y dicho
pastor le reduce algún capilar ¿Tendrá que dar explicaciones el responsable de
la instalación por el agravio provocado? ¿Se verá obligado a afrontar una
compensación económica por el estrés causado a su señoría? No estoy seguro.
Añade, que han de acostumbrarse a convivir con la bestia, puesto que éste es su hábitat natural, ¡Tiene chispa el asunto! Sólo falta completarlo indicando que a partir de ahora el hábitat de los vecinos debe ir siendo trasladado a la montaña, así el oso podrá reposar tranquila y cómodamente en pikolín.
Si el hábitat del oso ha de estar en medio de las casas, es fácil deducir que el del hombre ha de ser la montaña, dado que no veo que el mismo sirva para ambos, a no ser que, los miembros de la FOP decidan llevarse unos cuantos a dormir a su casa y con su ejemplo convenzan al resto de la población.
Estoy viendo un mundo al revés. No sé bien si es consecuencia
de que: quienes elaboran las normas, lo hacen después de una noche de copas o
lo que fuere; quienes trasladan las indicaciones lo hacen "motus propius" y por
ello son tan desatinados, no lo creo, o qué está pasando, pero aquí hay algo
que no está en su sitio.
Más coherencias: toda la vida, se hizo uso de perros de
guarda para proteger el ganado de las
alimañas, mastines principalmente. Pues ahora parece ser que no pueden estar
sueltos sin la presencia del dueño, aunque sea en una finca particular.
Pregunto, si tiene que estar el dueño presente ¿Para qué necesita perros? Si no
está presente, ¿Deben estar atados? Y si es así ¿Cuál es su función?
También, en verano, cuando el ganado pernocta en el campo, o mejor, pernoctaba, porque ahora, con el pardo, este sí suelto ¡cualquiera lo deja!, si así fuera, ¿También el dueño debe dormir allí?
Si el perro que vigila y cuida unas ovejas ladra ¿Será tan
grave el estrés que le produce al oso, como para tratar de impedir la
utilización de estas defensas?
Todo apunta, y quiero pensar que es así, que los burócratas
de despacho desconocen la vida del campo. ¿Por qué antes de elaborar una norma
no se orientan un poco a través de aquellas gentes que saben más que ellos?
Estas mentes despejadas que nos gobiernan ¿Sólo legislan pensando en las bestias?
Señores de la FOP, Junta, Seprona y séquitos adyacentes: el
hábitat del oso es la montaña, digan lo que digan, legislen como quieran, y se
pongan como se pongan, no las huertas, como parece que pretenden. Cuando un oso
mata una res, en medio de un pueblo, en esa huerta, no se puede decir en los
medios que el hecho tuvo lugar en el bosque. Su misión y obligación como
veladores de la especie es proveerlos de sustento en el lugar que les es
natural, repito, la montaña y cuando se acercan a las casas, búsquense la vida
para desplazarlos a ella, esa es su responsabilidad. Allí pueden aconsejarles,
hablarles al oído si quieren, cantarles una canción para desestresarlos, o lo
que les venga en gana, pero allí.
Señores de los órganos aludidos: líbrense que un día haya una
desgracia personal. Y si en algún momento aparece una bestia de cuerpo
presente, no busquen culpables, culpables son ustedes.
Decía Víctor Hugo cuando escribía “Los Miserables”, una de
sus grandes obras: A veces, culpable de un delito no es quien lo comete sino
aquel que crea las condiciones para que se produzca.
D. Robles
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