viernes, 1 de noviembre de 2019

INCLUSIÓN - EXCLUSIÓN


LA EDUCACIÓN, SI NO ES INCLUSIVA NO ES EDUACIÓN.

Esta expresión lapidaria escuchada el pasado día 26 de octubre en unas jornadas sobre educación en Santiago de Compostela define con meridiana claridad cómo se ha de definir un proyecto educativo en un país capaz de mirar al futuro.

Es la síntesis de una jornada tan intensa como profunda e interesante. Experiencias y reflexiones que nos resumen el esfuerzo de muchos docentes vocacionales que quieren ejercer y la primera barrera que han de superar es la resistencia del sistema.
Unas ponencias a cargo de unos intervinientes que debieran ocupar programas diarios de comunicación en lugar de los menús habituales que nos brindan.

España es un país que se caracteriza por llenar cajones de documentos y propuestas que terminan sirviendo para eso, para ocupar espacio en cajones.
El año 2008, el Estado Español suscribió el documento sobre educación inclusiva elaborado por Naciones Unidas y aprobado por todas las partes en diciembre de 2006.
Su adhesión implica su cumplimiento, y hoy en día, once años después, sigue en el cajón. Mientras tanto, los niños y niñas crecen y la escuela sigue anclada y sometida a los delirios partidarios en lugar de servir en término y forma a su objetivo fundamental.

UNA SOCIEDAD EMPIEZA A CONSTRUIRSE EN LA ESCUELA.

La educación es el pilar fundamental sobre el que se construye esa estructura.
Cada vez tenemos docentes mejor formados, vocacionales y más comprometidos, pero falla lo que nunca debiera: el sistema.
Una escuela inclusiva es aquella que está en condiciones de dar respuesta a toda su población en un ambiente y espacio normalizados. La diversidad es un valor que nos enriquece a todos, y si la sociedad es diversa la escuela tiene que saber educar desde, en y para esa misma diversidad. 
El alumnado aprende si el entorno lo favorece. No se puede focalizar sólo en el alumno el no aprendizaje. Si no consideramos el entorno y aquellos factores que lo dificultan no habremos aprendida nada.

Llevamos casi veinte años de siglo veintiuno y España sigue sin encontrar esta respuesta a la diversidad, y lo que es peor, sin preocuparle. 
La única solución pensada a esta necesidad viene desde la perspectiva segregadora, o excluyente. Seguimos empeñados en favorecer y salvaguardar los guetos.

Recientemente Naciones Unidas nos llamó la atención por el incumplimiento de la norma. Alcanzó mi perplejidad escuchar las voces que se levantaron en defensa de la educación segregada. Esa que agrupa a un alumnado con unas necesidades específicas y por ello, separado del resto de sus homólogos. Más sorprendente si cabe, escuchar afirmaciones que nos anuncian que lo que separa une. Una de dos: o separa, o une, pero ambas cosas a la vez son bastante fáciles de comprender que es imposible ¿no les parece?
¿Cómo podemos llegar a una escuela inclusiva a través de un sistema que favorezca entornos positivos, centrados en la persona y no que sean las personas las que se tengan que mimetizar con el entorno?
No se puede esperar a que la iniciativa parta desde el poder. Ha de ser la concienciación y movilización social la que obligue a hacerlo. 
La educación no es un juego. Repito lo dicho con anterioridad: es el pilar fundamental que cimenta una sociedad. 
Que nadie me diga que no hay recursos. Eso siempre es una disculpa.

En una ocasión le comenté a un alto cargo de una Administración, y viene a cuento reproducirlo, que yo me comprometía a decirles dónde están los recursos, y que ellos me dijeran qué iban a hacer para colocarlos en el lugar adecuado. 
NO ES FALTA DE RECURSOS. Es voluntad y creer.

Hoy se levanta la voz y ocupa todo nuestro tiempo Cataluña, poco antes era Venezuela y siempre hay algo en que entretener al populacho. ¿Cuánto escuchamos hablar de educación?
Himnos, banderas, discursos patrios y un largo rosario de mensajes hechos y pensados.
¿Cuándo vamos a enarbolar la bandera de la educación? ¿cuándo el himno de la inclusión? ¿cuándo el discurso patrio que todas las personas, por el hecho de serlo tienen derecho a una educación en igualdad?

                                                               D. Robles