Se desmoronan los mitos. Aquellas figuras de nuestra historia
reciente que emergieron como grandes salvadores, insuperables gestores y
adalides milagrosos.
Imagen viva de aquel milagro que iba a ser estudiado en
alguna universidad. Aquella bonanza que, quien algo sabía ya anunciaba sus
consecuencias, pero que también, fruto del resultado inmediato cegaba a propios
y extraños.
Hemos de seguir pensando que el tiempo coloca las cosas en su
lugar, aunque también es cierto, que alguna llega demasiado tarde y con
víctimas en su recorrido.
Me resulta decepcionante ver, cómo conociendo a día de hoy
los hechos que marcaron una época, sigue habiendo quien pueda reivindicar
aquellos momentos y esas figuras, que bien se podrían definir como padres de la
cultura del pelotazo, y la corrupción en los términos que se conocen hoy. Es
posible que sea como consecuencia de hacer uso de una de dos opciones que
tenemos: “vivir informados o ser felices”.
Es frecuente comprobar cómo quien se prodiga en instruir
conductas, suele ser quien más tesoros tiene que guardar. ¿Recuerdan a un tal
Granados?
Analizando la historia reciente en este campo, me cabe una
reflexión: como toda banda tiene algún jefe, ¿Qué tendrá que pasar para que
“caiga” el de ésta?
Ahora me voy a permitir analizar la respuesta y versión
oficial de los hechos.
La Vicepresidenta y Portavoz del Gobierno preguntada por el
último caso, tras un “rato” responde: es un asunto particular, ya no está, es
algo personal, no tiene que ver con nosotros, respetamos la justicia, etc.,
sólo le faltó decir que no lo conoce.
Recordarán seguro, su discurso cuando se refirió a Monedero,
cuyo caso tiene el mismo parecido a los actuales que un bikini a una sotana.
Dijo: “si todos los españoles hiciésemos lo mismo ¿quién iba a
pagar la sanidad, la educación”, etc.? La pregunta tiene guasa viniendo de
quien viene con lo que están haciendo.
Con tantos asuntos particulares que tiene en casa la Sra.
Vicepresidenta, y los que hay a su
alrededor, sí que va a ser un problema asumir ese coste.
Entre todos ellos, repartidos a lo largo y ancho de España y
los personales de Al Ándalus, el “surtidito Cuétara” está servido.
A partir de aquí, ustedes sabrán si prefieren seguir
degustando “Cuétara”, o tomar otro aperitivo. Después nos quedan dos opciones:
ser consecuentes o no quejarnos.
D. Robles