No recuerdo bien las
veces que llevo escuchado discursos sobre trasparencia, mensajes indicando
medidas anticorrupción: los unos hablando de declaraciones patrimoniales, otros
elaborando libros blancos de no sé bien que, y un largo etc. que no sirve para otra
cosa más que tratar a los ciudadanos de imbéciles. A veces pienso que no les
falta razón, puesto que si no fuere así no estaríamos asistiendo a este
espectáculo. Ya habríamos puesto a toda esta tropa en su sitio.
En estos días, el nuevo
Secretario General del PSOE, anuncia públicamente su patrimonio y el de los
suyos, y yo pregunto ¿para qué? A mí que me importa lo que tienen o dejen de
tener unos u otros, no es indicativo de nada, es más, forma parte de la
privacidad de cada uno y no tiene por qué ser de dominio público, no garantiza anticorrupción
alguna. ¿Alguien puede creer que aquellos que pudieran tener activos ocultos
los van a hacer públicos en sus declaraciones patrimoniales? Otros hicieron
amagos con anterioridad. Hay quien emplea el tiempo en hacer esos libros
blancos y dicen desarrollar códigos éticos de conducta. El resultado es que
cada vez salen más golfos de las alcantarillas, lo que indica que todo eso no
sirve para nada, tal vez sólo, para hacer que hacen y que todo siga igual.
Esas declaraciones
patrimoniales, a la concurrencia le puede servir para satisfacer ese toque de
morbosidad que caracteriza al ciudadanito de a pie, a cerca del conocer interioridades ajenas. Efecto práctico,
ninguno.
A nadie escuché
proponer, legislar con claridad y rotundidad de tal manera que, si se hace se
pague, es decir, que quien sucumbe a las debilidades conocidas, fuere penado
con claridad y con exigencia de devolución de lo usurpado, de lo contrario permanezca
alojado en el Hotel Rejas hasta cumplido el cometido, tal vez eso pudiera
ser disuasorio.
Me llama la atención
que un gobierno hace balance de una legislatura basado en la fertilidad
legislativa de la misma. Se pueden elaborar 300 leyes tranquilamente, alguna de
ellas mejor que no le hubieran dedicado
tiempo, pensando para qué sirven, pongo como
ejemplo la famosa “quita”, aplicada a las preferentes, que no es otra cosa que
dar carácter legal al robo. Ni una para tratar
conductas golfas.
¿Por qué no lo hacen?
Tal vez porque todos los que componen el actual paisaje decisorio están
“pringados” y si es así sólo queda una opción. Como los ciudadanos no podemos
hacer leyes de obligado cumplimiento, sí hay algo que podemos hacer: echarlos a
todos cuando nos toque, a través de las urnas. Partir de cero para crear una nueva forma de hacer tendrá un
coste, pero siempre será más costoso mantener lo que tenemos. Esto es
sencillamente inaceptable. ¿Usted qué opina?
Decía Mao: “no hay
construcción sin previa destrucción” y salvando las diferencias y sin que sea
de aplicación literal al caso que nos ocupa, algo de cierto hay en ello. El
sistema corrupto hay que destruirlo.
Carlos Lesmes,
Presidente del TS y del CGPJ, dijo estos días algo que todos sabemos y decimos
pero nadie escucha, referido a este nuestro país: “la ley está pensada para el
roba gallinas y no para el gran defraudador”. Es muy posible, que aunque sea
una voz autorizada quien lo dice, aquellos que debieran escuchar sigan con la
sordina puesta.
Lo de ellos/as es entretener
al contribuyente con discusiones de taberna, donde los unos critican a los
otros y tapan o justifican los propios. Eso que se conoce y ya cansa, del tú
más.
No comparto la opinión
de quienes piensan que todo es imposible y hacen suyo el dicho típico: “yo paso,
porque no puedo hacer nada”. Sí podemos hacerlo, pero para eso es necesario
tomar conciencia y decisión. No se puede permanecer en estado de pasotismo ante
el panorama que tenemos delante.
D.
Robles