GALICIA: TIERRA DE POSIBILIDADES.
Pues sí, Galicia es una tierra con gran potencial de
recursos.
Su mar y sus rías le aportan gran riqueza marina. Sus kilómetros de costa y playa, la
diversidad de su entorno rural, su patrimonio
monumental y cultural la dotan de un alto atractivo
turístico.
Tiene un gran sector primario. Gastronomía única.
Industria a medio gas.
Talento: sus hombres y mujeres de ciencia traspasan
fronteras.
Gentes de empresa.
Todos estos ingredientes y Galicia sigue desarrollada muy por
debajo de sus posibilidades.
¿Cuál es la causa, o causas?
Tal vez haya más de una; pero sin duda la más probable es la
falta de talento.
Talento para gestionar la polarización que ejercen sus dos
núcleos más poblados: Vigo y Coruña, centrados en su huerta particular en clara
competencia en lugar de abrir mentes y puertas y ejercer un liderazgo que no
saben.
Gobernar no es fácil, lo sé, pero de ahí a hacerlo dando más
relevancia a un voto que al sentido común hace que todos esos ingredientes con
que encabezo esta realidad naufraguen en el mar de la estupidez.
No escucho a ningún actor declarar intenciones que no sea en
clave de país: dicen.
¿En clave de qué? ¿Cuál es esa clave?
El gran quiste de Galicia, por lo que no puede crecer como
debiera es el minifundio intelectual de su gente magnificada en sus
representantes.
Los Gobiernos de mantenimiento no son útiles a un país.
Estos actores no terminan
de darse cuenta que Galicia son unos
cuantos huertitos. Que sumando huertitos se construye una huerta y sumando
huertas eso otro. Que todas estas sumas
cohesionan, vertebran y hacen fuerte un territorio y hacen crecer su población,
incluido el huerto particular.
Hay incluso algún cargo
público que se permite trabajar para evitar que otro tenga tal cosa o tal otra
porque aspira a todo para sembrar su huerta; llegando a montar festivales
callejeros cuando no sacia su ansia de minifundio que suele ser insaciable.
¿Cuándo la gente común, y no tan común, piensa tomar conciencia y en lugar de seguir y apoyar las algaradas cortoplacistas empieza a marcar un guion a sus cabezas de serie? ¿Se puede pensar en futuro con estos mimbres?
Mimbres que hacen un cesto en el que también hay que meter algún
medio de comunicación, tan caciquil como esos alcaldes de altar.
Egos localistas complementados con esa falta de talento y
valentía en instancias superiores (Autonomía) son los ingredientes que aderezan
la ensalada del imposible.
El gran paradigma de Galicia: el gran talento que tiene y
el poco talento que tiene.
Sirva como ejemplo que ilustre el argumento el universitario.
Galicia tenía una Universidad: Santiago de Compostela.
Universidad centenaria, respetada y con elevado nivel de prestigio.
Decidieron que había que tener tres. Había que contentar a
Coruña y Vigo (los graneros de votos) Pasamos de tener una buena a tres del
montón. ¿Era necesario triplicar universidades? Pues no. Y no digo que fuese
adecuado descentralizar según qué áreas y dotar de unidades universitarias
otras localidades además de Santiago, por ejemplo: ¿Ciencias del mar en Vigo?
bien. ¿Arquitectura en Coruña? también, etc. Pero ¿Tres Universidades?
Se certifica que Galicia es la tierra del tres, y si no,
añadamos a este trio el aeroportuario: tres aeropuertos que también tiene su
novela particular. Dos millones setecientos mil habitantes y tres
infraestructuras compitiendo entre sí en lugar de colaborar y complementarse.
Dos, a sesenta y cinco kilómetros de distancia.
¿Resultado final? El aeropuerto central de Galicia está en
Oporto, que lo sabe hacer y muy bien.
¡Ay Portugal! ¡Que lección nos está dando! y no aprendemos; (y
esto sirve también para los actores de
la capital del Reino)
Pero todo es relativo.
Importa poco. Vigo y Coruña siguen en su mundo liliputiense tirando del carro
de la miniatura, y las autoridades autonómicas, a falta de ese talento para
gestionar estos asuntos añaden la
ausencia de valentía para poner orden.
A punto estuvo Galicia
de llegar a otro tres: tres facultades de medicina.
¡Menos mal! no se consumó, de momento.
Seguiremos pues, subidos al carro del voto y apeados del
sentido común.
D. Robles