La historia se
repite. No abandonamos el empeño de no aprender de ella.
Siempre que un Gobierno
Socialista promovió una norma -ley que supone una cierta normalización y da
respuesta a una demanda social, emergen las voces más conservadoras del País expresando
su más férrea oposición.
Utilizan todos los recursos habidos y algo más para
evitar que puedan salir adelante. Cierto es también, que cuando tienen ocasión
de cambiarlas no lo hacen, y además se convierten en fervorosos practicantes. Observemos
qué ocurrió con la ley del divorcio, la ley que favorece los derechos de las
personas homosexuales, la ley de interrupción del embarazo, y todas cuantas
supongan un cambio importante.
Debe ser debido a que, como buenos conservadores, quieren
conservar lo que hay sin mover una coma. ¿Hay algo más incongruente que una
persona homosexual criticando y oponiéndose a una ley que normaliza su situación
y derechos? Este caso como otros me lleva a decir que: ¡cosas veredes!
Otra: la del aborto, no exenta de la correspondiente
hipocresía puesto que mientras se oponían con fuerza a su entrada en vigor en
España, había quien acudía a Gran Bretaña o Portugal a practicar lo que tan
malo era aquí. Había quien no quería hablar de ello porque lo denominaba
asesinato, hasta que tocó en casa, pasó entonces del asesinato a preguntar dónde se
hacía eso. No se atrevía a pronunciar la fatídica expresión, le llamaba eso.
Hoy toca la eutanasia.
Seguro que tendrá el mismo recorrido. Hasta entonces nos tocará escuchar de
todo, hasta las ¨sandeces¨ más impensables.
El portavoz
Popular, ya lo habrán escuchado, dice que es una maniobra de la izquierda para
ahorrar recursos; una forma más de practicar recortes. Lo dice sin sonrojarse y
lleno de razón. Este Sr, para más inri es médico. ¡Quién lo podría pensar!
Está claro que los títulos académicos pueden aportar conocimientos, pero no
dotan de inteligencia y mucho menos de educación.
Ahora entran en
acción los recién llegados y nuevos salvadores de la humanidad y patria para
decirnos que ¨Dios nos perdone¨.
Y cómo no, los representantes de Dios en la tierra empeñados
en cuidarnos de nuestros malos pensamientos y advertirnos de la proximidad del
pecado y el mal.
Pues bien, como esto forma parte del libre pensamiento, es
legítimo y como tal ha de ser respetado y también sujeto a crítica como todo.
La ley que pretende regularizar la eutanasia facilita y
permite, nunca obliga, ¿cuál es pues, el motivo racional para la feroz
oposición? ¿han de prevalecer las moralinas sobre el raciocinio?
Teniendo en cuenta que sobre mi vida decido yo, y nadie más
que yo, quede claro, puedo en un momento, bajo las circunstancias que
corresponda decidir que se acabó la película. ¿Quién se puede erigir en garante
de decisiones que contravengan las mías? ¿Quién me tiene que decir qué está
bien y qué no? más todavía, ¿qué está bien y qué mal?
Si alguien quiere, sea por influencia divina o la suerte que fuere
agotar sus días sufriendo como una bestia, está en su derecho de hacerlo, es su
decisión, la ley no le va a obligar a hacer lo contrario. Pero quien decida
acabar sus días ¿quién es alguien para arrogarse derecho alguno a impedirlo? ¿en
nombre de qué o quién?
Abundan ejemplos
que asisten este pensamiento, y quien crea disponer de un derecho que no le
corresponde, sea en nombre de la divinidad como pretende el clero a través de
su doctrina de fábula y sus fervientes defensores parlamentarios, sea en nombre de otra
convicción, sepan que NO ES ASÍ.
A ver si se enteran
de una vez por todas:
SOBRE MI VIDA
DECIDO YO.
D. Robles