Esta tarde, me comentaba una amiga tomando un café, que había
escuchado en un programa radiofónico a un economista de cierto prestigio decir,
que para el año 2018 España se vería abocada a una situación similar a la que viven hoy países que
conocemos como el tercer mundo si continúa la evolución de los últimos años.
Charlamos sobre ello y me surgen dos preguntas de inmediato:
Por qué consideramos tercer mundo a los habitantes de unos países por el hecho
de ser más desfavorecidos y por tanto más pobres que otros y cuyas causas que
lo provocan darían para hablar mucho; y la segunda, si es necesario esperar al
2018 para enfrentarnos a esa realidad.
No será necesaria tanta espera para asomarnos a un
horizonte que se me antoja a la vista. Son bastantes aquellas situaciones
que vivimos hoy que nos aproximan a ese escenario: exceso de gente empobrecida, exceso empobreciéndose,
exceso en situación de exclusión, exceso de niños con problemas de alimentación
(entre otros), servicios básicos en retirada, acotamiento y restricciones a la
libre expresión popular, en fin, exceso de excesos.
Si establecemos otra comparativa con ese, llamado tercer
mundo, y nos fijamos en los
representantes públicos, de uno y otro lado, por una parte, estamos
acostumbrados a conocer las prácticas
frecuentes donde los gobernantes se enriquecen desmesuradamente a costa
del pueblo que subsiste de forma mísera.
Por otro, aquí, un día sí, otro
también comprobamos, cómo a nuestros cargos públicos se les descubre haberes de
cierto volumen y difícil justificación honesta; corruptelas y malas praxis por
doquier, mientras que a su pueblo lo sangran por todas partes para mantener el
status del poder, mejor dicho, poderes. Todo aquello que corresponde al pueblo es
recortado, ajustado, extinguido. ¿Se recortó en estos años algo que afecte a la política?,
¿A los políticos?, ¿A cualquier otro de los poderes que reinan en el Reino?
De vez en cuando nos comunican algo que no deja de ser una
declaración de intenciones, para hacer ver que hacen y que no es más que pura
apariencia. No veo pues, demasiada diferencia entre esos líderes tan denostados
y los nuestros, que por acción, omisión,
encubrimiento, o defensa, quien más, quien menos, tiene su alfombra con amplio
volumen de vellosidad.
Nos anuncian una ley de financiación de partidos, fíjense un
poco y se darán cuenta del paripé. A cualquier país de ese tercer mundo le
sirve.
Nuestros jóvenes no hacen uso de cayucos para cambiar de
orientación cardinal, pero se están yendo todos, aquí no hay futuro para ellos;
paralelamente sí sabemos, disparar no sé qué cosa a los que vienen huyendo de
la miseria y que parece que mata. Reconozco que una forma de combatir el
desempleo, es que la gente se vaya, eso que la Ministra del ramo llama
movilidad exterior y que le sirve, de paso, para atribuirse la mejora en unos
datos que sólo ve ella y su entorno.
Pues bien, no creo que haya que esperar al 2018 para vivir
una realidad que, salvando algunas diferencias, y si alguien no lo remedia, nos
va a aproximar más a ese mundo que al que tuvimos.
La alusión de este
economista, si esto sigue así, la veo un tanto optimista. No obstante, siempre
nos quedará el fútbol, Mesis, Ronaldos, Neymares y demás familia. Mientras tengamos esto ya somos del primer
mundo, el resto importa poco.
D. Robles