sábado, 31 de marzo de 2018

ENTRE ODIOS Y MALANDRINES


 

La educación es un pilar fundamental para la convivencia en cualquier relación social. Es un principio que admite pocas dudas, entiendo.

El momento de retroceso que vive este valor en nuestro país puede ser irreversible si alguien no le pone remedio a tiempo, y sus consecuencias bastante previsibles.

 El crescendo en los exabruptos del universo humano, sea en su versión escrita o verbal es buena prueba de fuego.

La ausencia de formación y conocimiento nos convierte en presas manipulables lanzadas a la ferocidad desmedida, dispuestos a devorar a quien se pone en frente en posición distinta.

¿Interesa que sea así? Es más que posible.

Vivimos sometidos al estrés de necesidad de ver quién utiliza la expresión más gruesa. Quién se manifiesta de manera más irreflexiva o procura el insulto más abrupto con interés de alcance máximo.

Las redes sociales arrojan un panorama alocado donde una noticia falsa, fabricada para un fin concreto provoca un desfile de modelos pret a porter ilimitado, en dura competencia por alcanzar el top en la dialéctica pueril.

Los odios furibundos emergen con naturalidad dirigidos en cualquier dirección sin saber bien si aquello que nos indigna es cierto, cuando lo que debiera indignarnos es más bien la mentira que lo provoca.

 Unos emergen, otros se fabrican, y el círculo se cuadricula cuando la Justicia es capaz de admitir a trámite denuncias infantiloides y sancionar a alguien por una expresión que no gusta a alguien.

Un chaval hace un montaje de una foto con su cara coronada de espinas y ofende nada menos que a sentimientos religiosos. Y tal atrevimiento le lleva a tener que pagar una multa.

Otras personas se ven ante la Justicia por propinar un dicho tan popular, como mal sonante que también ofende, parece ser, a ciertas sotanas, y tal vez no a quien las viste sino más bien a quien las porta en lo más íntimo de su espíritu.

¿Dónde vamos a parar? El noventa y ocho por ciento de los habitantes de piel de toro son susceptibles de sanción, así que prepárense.

 ¿Y si se multase a quien se ofende por estas nimiedades por hacer perder tiempo a la Justicia? Aunque también es cierto que si esto ocurre es por quien decide admitir a trámite tales sandeces. 

Insultar es una cosa. Opinar otra, donde cada cual debiera poder expresar lo que crea conveniente, y un dicho que recuerda al altísimo de manera poco agradable otra diferente.

A mí me ofende que haya gente que se ofenda por estas cosas, y me ofende que exista la posibilidad de que alguien pueda ser encausado por tal ofensa. Me ofende que traten de engañarme continuamente. ¿Puedo denunciar mi ofensa? ¿Alguien me haría caso?

Ni lo sé ni me preocupa.

Si no me gusta algo no le presto la menor atención y punto. No puedo pretender un mundo donde todo se ajuste a mis gustos, opiniones y principios, tratando de excluir lo que no me guste.

Ofenderse con facilidad mientras se devora santos de rodillas a la vista popular para después, según qué casos, no ser precisamente ejemplo de correspondencia con sus hechos, resulta tan chocante como común.  

¿Algunas escenas y opiniones ofenden su espíritu? Pues no lo miren ni les presten atención. Asunto zanjado.

¿Quién es alguien para erigirse en paladín de la verdad y moral absolutas e imponer lo que está bien y mal? ¿Cómo es posible que la Justicia pueda tener en cuenta y atender estas causas?

Si se hace porque la legislación lo exige, que así será, hay que decir que hay cosas que serán legales porque se hacen leyes para que así sea, pero eso no quiere decir que sean racionales, morales ni tengan el mínimo contenido lógico.

Ofensa a sentimientos. ¡Vivir para ver!

Y todo esto que no es más que una opinión no sé si puede ser motivo de denuncia.
En este mundo alocado todo es posible
 
                                                                  D. Robles

 

sábado, 17 de marzo de 2018

CADENA PERPETUA PARA QUÉ

No hay necesidad de jugar con la semántica para evitar llamar a las cosas por su nombre. O tal vez sí.
La actualidad manda y si lo hace acompañada de cierto escándalo tal vez se complemente.
El espectáculo que nos brindaron nuestras señorías durante el debate parlamentario sobre la llamada "Prisión Permanente Revisable", que no es más que el disfraz léxico de "Cadena Perpetua" con el añadido "que puede no ser" no deja lugar a duda. 
Analizando con un poco de detenimiento, y escuchando a quien sabe algo del asunto no resulta difícil concluir que todo esto sirve para más bien poco, más allá del barullo que organizan los actores principales, y de paso entretienen al populacho.
Veamos:
Antes de entrar en materia siento la necesidad de manifestar la condena, repulsa y todo cuanto queramos a los hechos bárbaros que provocan estos movimientos. Es difícil encontrar calificativos que puedan definir la barbaridad que supone un asesinato. Lo es más todavía cuando la víctima es un niño, niña o joven.
Lo que pueda merecer quien comete un hecho de esta naturaleza posiblemente sea lo que estés pensando o tal vez lo siguiente. También es cierto que si aplicásemos al delincuente todo aquello que interpretamos que pueda merecer nos convertiría en el mismo monstruo que son ellos y ellas.
También hay que decir que un asesino o asesina lo es y punto.
Nadie es más asesino o menos por ser de color negro u otro, sea de origen foráneo o nativo.
Los delitos que se hacen mediáticos afloran pasiones más allá de la racionalidad que se debiera imponer. 
Nadie podrá discutir que Ana Julia, la todavía presunta asesina del niño de Almería, aunque parece haber pocas dudas, es más asesina o peor que José Enrique (el Chicle), asesino de Diana Quer y quién sabe si de alguien más, tampoco es menos asesino Iván Pardo, asesino de Naiara, otra niña de también 8 años de quien nadie se acuerda ya. No fue un caso tan mediatico, aunque los ingredientes del mismo no dan lugar a la indiferencia. Asesinada en Sabiñánigo no hace tanto tiempo y lo que es peor, torturada doce horas antes de morir y con anterioridad. Este sujeto del que ya nadie habla ¿merece otra consideración tal vez por ser blanco?  Y no sé si nacional. Bretón, otro sujeto a considerar y no digamos el descuartizador de Moraña. Ejemplos todos destacados.
Hago esta reflexión, porque el desate que se produjo estos días referidos a Ana Julia por ser negra y latina es digno de ser elevado a ciertos altares: El del disparate y la enfermedad social.

Y ahora toca el apartado político.
En España tenemos, a juzgar por lo que dice quien entiende de causas penales, el sistema penal menos benévolo de nuestro entorno, el índice de criminalidad más bajo de los países que deben ser nuestra referencia, sin que ello deba causar satisfacción alguna, conste, puesto que si hay delitos, muchos o pocos, delitos son.
Desde hace tres años nuestro código penal se complementó con la cadena perpetua que puede no ser y ahora nos brindan el espectáculo parlamentario del jueves día 15 para derogar esta ley por un lado, para mantenerla por otro y para endurecerla por el siguiente, es decir,  menú a la carta.
Me pregunto para qué tanto espectáculo y para qué la cadena perpetua que puede no ser.

Todos recordaréis seguro, a Suárez Trashorras, el delincuente del 11M que está en prisión desde antes de ser aprobada la cadena perpetua que puede no ser. Condenado a 34.715 años. Este sujeto pidió acogerse a la nueva ley, la de cadena perpetua que puede no ser. Curioso verdad. ¿Por qué lo habrá hecho? ¿Por esnobismo?
No, sencillamente porque esta ley le podía permitir salir de prisión antes que la ley aplicada en su día.
No es necesario quemar tanta energía en frases populistas que gusta oír a la gente, que al fin y al cabo es de lo que se trata.
Si quieren endurecer la condena a ciertos delitos como los que ocupan la actualidad, apliquen la ley, la que hay, regulen si quieren el tercer grado y se acabó la historia y la histeria.
¿No conocéis condenas de hasta 200 años y más?  No voy a repetir la de Trashorras porque imagino que cuando cumpla los 349 años en prisión estará ya un poco mayor.
Pues bien, la pregunta que hay que hacerse entonces es, cómo estas condenas permiten salir de prisión a alguien a los 25 años, 20 o lo que fuere.
No voy a entrar aquí en el principio de reinserción y…… Es otro asunto que requiere espacio y consideración aparte.
Escuché en el debate parlamentario algún ponente arrogarse la opinión general de la sociedad española.  He de decirle, por si no lo sabe, que la mía no.

Tratar de legislar algo tan sensible al calor del dolor y aludir a ciertos casos para tratar de ganar adeptos es el arte del miserable. Lamento que haya quien se preste a ello.
A estos actores secundarios simplemente les pido que piensen un poco. Comprendiendo y compartiendo el dolor, legislar es otra cosa.
A cualquier persona de bien le sobrecoge, consterna e indigna hechos tan execrables, no hay duda. Requieren la mayor de las condenas y repulsa hacia quien los practica. Las víctimas merecen el apoyo y solidaridad debida y nunca el olvido. Esto no se cuestiona. Ahora bien, cada cosa debe ser colocada en su lugar.
La cadena perpetua que puede no ser, no evita delitos, ni va a arreglar nada que no se pueda hacer con la Ley sin cadena perpetua.
El país donde más violencia y muertes hay tiene en vigor y desde siempre cadena perpetua (sin seudónimos) y pena de muerte.
Donde menos muertes hay tienen una legislación más blanda que la nuestra. ¿Querrá decir esto algo?

El populismo barato no conduce a ningún lado y lo que se está haciendo con algo tan serio como esto, con una ley como esta es justamente eso, populismo Low Cost.
                                                                                D. Robles