Estimado Sr. Rivera:
Hace tres años, más o menos, presentó usted sus
credenciales para la vida pública española al frente de la formación naranja
abanderando un movimiento de ilusión (en paralelo con Podemos, o tal vez
como reacción), ante el hartazgo que habían provocado
en la población los de siempre.
Su discurso se puede escuchar.
Su discurso se puede escuchar.
Llega un paladín dispuesto a frenar la golfería.
Pasado este puñado de meses, confieso que no podía prever que
pudiera usted darle la vuelta en los términos que veo, y en tan poco espacio de
tiempo a ese atisbo de cambio que se antojaba.
Llegó usted haciendo bandera de regeneración y
honestidad y por ello nunca apoyaría un Gobierno encabezado por el Sr.
Rajoy, para sucumbir en pocas horas al triste argumento de: "mejor lo malo
que lo peor" y hacer lo contrario de lo que dijo que haría.
Tal vez era algo previsto, por eso sigue siendo usted
el gran valedor (en diferido) de la golfería, por mucho que se empeñe en tratar
de disfrazar su ya previsible discurso.
Se hartó de criticar hasta el día siete de marzo la movilización feminista
del día ocho para
convertirse mágicamente en líder del feminismo el día nueve.
No se cortó lo mínimo para anunciarnos desde el estrado
parlamentario la subida de las pensiones gracias a sus negociaciones, cuando
todos sabemos, o debiéramos, que si alguien tuvo algo que ver en ello, es el
PNV.
Se apunta usted a todo Sr. Rivera
Entra en el Parlamento una proposición para
regular la muerte digna y se pone de perfil, seguro que para posicionarse en
función de cómo sople el
viento. Si el resultado de los acontecimientos es uno bien y si es otro también.
¿Qué le mueve a usted Sr. Rivera?
Tal vez sea fácil interpretar puesto que principios parece
que no.
Sr. Rivera: Si alguien ha de ejercer derecho alguno
sobre la vida de una persona, es ella misma.
Hay que ser claros, respetuosos y responsables. En el
planeta Walt Disney están las ideas más definidas que en su casa.
Ahora se vislumbra la formación de Gobierno
en Cataluña y usted empeñado en ejercer de duro y mantener el
155.
Sr. Rivera: El candidato a Presidente le podrá gustar poco
o nada, es su legítimo derecho. Le anuncio que a mí, el Sr.
Torra no me provoca seducción alguna, más bien lo contrario, pero si obtiene el
apoyo mayoritario o suficiente, ha de serlo y a partir de ahí este
episodio del 155 se acabó, no se empeñe en ejercer de “Harry el Duro” de la política española.
El Sr. Torra, según parece, está limpió de causas,
algo que usted siempre pone en valor. A partir de aquí, por sus
hechos ha de ser juzgado.
A España le sobra, Sr. Rivera, líderes de
neuronas duras. Estamos ávidos de gente sosegada, con cabeza y mano tendida.
Quede claro que ello, ni supone ni ha de suponer ausencia de rigor, ni de
firmeza.
Sr. Rivera, más allá de lo que anuncien las encuestas, que
como siempre han de ser cuestionables, el ansia de ensanchar su espectro electoral hace que ponga de manifiesto un discurso y proceder dirigidos a
captar la atención de un sector bastante rancio del españolismo mal
entendido. No todo vale.
Viendo su evolución en escena, puedo afirmar sin mucho
margen al error, que se está convirtiendo usted, si es que no lo era ya, en un auténtico
nacionalista radical.
Le aseguro que es lo que menos necesitamos.
Después de ver las incorporaciones que procura para el banquillo naranja me surge una pegunta: ¿Cuándo va a ser la hora de incorporar, o casi, a un tal Aznar?
Después de ver las incorporaciones que procura para el banquillo naranja me surge una pegunta: ¿Cuándo va a ser la hora de incorporar, o casi, a un tal Aznar?
Quiero imaginar que a estas alturas le ha de resultar difícil encontrar argumentos para referirse a otros actores en términos de populismo.
Sr. Rivera, le veo buena formación y práctica, y por
ello buen futuro en el arte del claqué.
D.
Robles
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