viernes, 17 de octubre de 2014

TUVE UNA TARJETA BLUE

Voy a confesarles una confidencia: Hace un año, más o menos, mi banco me envió a casa, en correo certificado,  una tarjeta BLUE,  lo de blue debe ser por aquello del color, supongo. No entendí muy bien la misiva dado que no había solicitado tal producto, por lo que, a la mañana siguiente  acudí a la oficina de origen para informarme bien sobre el objeto de la BLUE. 
Tenía muy buena presencia, he de reconocerlo, su porte concede una cierta distinción.

Muy atentamente me informan que es una deferencia de la entidad hacia ciertas personas consideradas buenos clientes, lo que en cierto argot  se conoce como VIP.

Dudé un momento a cerca de la consideración de buen cliente, puesto que a día de hoy ser buen cliente de un banco no tengo claro si es quien tiene buenos depósitos o deudas buenas. El caso es  que, según me dicen, esta tarjeta me permite disponer de fondos de forma discrecional que no discreta, hasta un cierto límite. ¿Qué límite? Pregunto. 380.000,90€ al año, me responde.

Generoso detalle por lo que quedo muy reconocido al banco y a quien me asiste.

Pasado un mes de su tenencia decido proceder a su estreno y hacer una modesta compra por importe de 7.385€. Ofrezco mi BLUE para el pago, pero tengo un problema: pin erróneo, estaba seguro de él, por lo que marco de nuevo y nuevamente pin erróneo. Bien, me disculpo ante el profesional que me había dedicado un tiempo, puesto que mis otras tarjetas no me permiten cobertura para ese pequeño importe.

Al día siguiente acudo de nuevo a la oficina bancaria. Expongo mi experiencia y me dice quien me asiste, después de ver toda esa literatura expresada en letra cuasi ilegible por tamaño, que suele acompañar a todo contrato hecho para no ser leído, que hay un detalle sin formalizar previo al uso de la tarjeta que es indispensable. Debo formar parte del Club: ¿Qué club? Pregunto. El Club de las tarjetas VIP, me responde. No conozco tal club, por lo que solicito información así como referencia de sus miembros.

Muy amablemente me muestra y explica ambas cosas. Después de observar algunos nombres, muy conocidos por cierto,  no me interesé por las condiciones. Cogí mi BLUE y quedando de nuevo muy reconocido salí de la oficina.

Les confieso que ese día, en varias ocasiones, miré varias veces a través de la ventana de mi casa para comprobar si por allí merodeaba la policía; no por tener la BLUE sino por lo del Club.

En aquel listado que me presentaron vi nombres de personas muy reconocidas e influyentes. La mayoría con residencia y actividad en Madrid,  casi todos con tarjeta BLACK, lo de black debe ser por aquello del color, supongo. Había en aquella relación algún banquero, también algún político y sindicalista alguno, también prestigiosos empresarios.

Enseguida me di cuenta que estos personajes hacían uso de sus tarjetas con licencia amplia,  pero, ¿y yo? ¡Dios me librara! Es posible que si el pin fuese correcto la cárcel fuera mi habitación futura por lo que observo, y no por usarla sino por hacerlo sin pertenecer al club.

Tuve la curiosidad de leer con detenimiento esa literatura del  contrato hecho para no ser leído y comprobé que los  BLACK necesitan BLUEs para mantener su interesante y apasionada vida. Una cláusula  convierte a un BLUE en BLACK a poco que haga uso de ella. Esto hace de alguna manera que los BLACK se blindan ante posibles incursiones del fisco, suponiendo que se produzcan, desviando sus operaciones hacia las cuentas de los BLUE convertidos en BLACK, (auténtica ingeniería matemática). Parecen tener buenas relaciones con el poder y si es así, ya sabemos cómo funcionan algunas cosas.

Opté por destinar mi BLUE a la trituradora. Ahora sé que hice bien.  

Los yates, chalets con siete piscinas, safaris para presumir de foto en el “face”, y demás  debilidades humanas, son reservadas para los BLACK. La gente BLUE ni los tiene ni tampoco necesita. Siempre es más importante querer lo que tienes a tener lo que quieres.

Tengo la impresión que estos señores distinguidos, tienen licencia del poder para actuar sin pudor alguno, sus escrúpulos no se encuentran escritos en  documento conocido, tampoco importa a quien puedan llevar por delante: el fin justifica los medios.

Escuché al Presidente del Gobierno decir, que ellos descubrieron no sé qué cosa, relacionada con las BLACK. Y tal vez, haya quien lo crea.
                                                                                                                                                                                                                                                                       D. Robles                                 
                                 


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