jueves, 19 de marzo de 2015

DE IMPUTAR A "VISITAR"

Si  usted estaba esperando que en la vida pública no hubiese cargos imputados debe empezar a mostrar satisfacción. Acaba de presentarse una propuesta para tal fin: a partir de ahora no habrá un solo imputado, como mucho habrá algún investigado. Se presenta una nueva medida anticorrupción. Desaparecerá el término imputado, por su preocupante interpretación y se sustituye por investigado. Al cambio, una vez más, “vamos a hacer algo para justificar que hacemos y que todo siga igual”.
A partir de aquí cada cual extraiga la conclusión que crea. Yo, sigo pensando que alguien me sigue tomando el pelo.

Dando por sentado y conocido que la expresión “imputar”, (a partir de ahora,"investigar”), no presupone culpabilidad de delito; eso es otra cosa y obedece a otra parte de un proceso, no entiendo por qué tanta alarma, hasta el punto de provocar estos cambios semánticos.

Ahora ya escuchamos a candidatos decir que en sus listas no habrá un solo imputado, también que al primer atisbo de imputación, el ínclito o ínclita se irán a casa, etc. Como siempre en nuestro país, y fruto de nuestra cultura, para qué vamos a hacer uso de un cierto sentido común y equilibrio con lo fácil que es dar saltos de un extremo a otro y decir cosas que a la audiencia resulta agradable oír.

En este caso, como en otros, debiera imponerse una cierta prudencia en lugar de hacer del verbo fácil el común de los discursos.

Imaginen un escenario: cualquier persona que trate de deshacerse de un adversario político por una de las múltiples razones que podemos presumir, presenta una denuncia contra él, un tanto estructurada, y automáticamente será llamado a declarar, es decir, imputado, o investigado. A partir de aquí podrá ser cierto o no, tener fundamento la denuncia o no.
Si no la tuviera y la persona denunciada fuese víctima de una falsa acusación (no sería el primer caso) ¿Tendría que haber dimitido de su cargo por el hecho de ser denunciado - imputado?

Si quien se compromete a dejar el cargo por ese hecho cumple su compromiso y así debiera ser, se corre el riesgo de asistir a un desfile permanente de rostros por las sillas públicas.
No es lo mismo que un juez llame a declarar a una persona, a que lo haga como consecuencia de apreciar indicios de delito derivados de algún hecho punible, luego sería bueno un poco más de prudencia con los compromisos, aunque suenen bien, y ser algo más consecuentes.

Si hay algún hecho delictivo, del tipo que fuere, y el juez así lo estima, estaríamos en un escenario propio para la asunción de responsabilidades, sean políticas, penales o lo que corresponda, mientras tanto, tranquilidad y menos barullo.

En otro orden de cosas, debería ser contemplada la figura del denunciante-difamador. En esta arena de la vida pública se puede comprobar lo fácil que resulta hablar, denunciar y verter dudas intencionadas sobre un adversario con el fin de hacer daño (ejemplos hay diversos). A veces dan sus frutos, y quien hace uso de tan fructífera estrategia consigue su objetivo: desacreditar al oponente y alcanzar una silla.

¿Por qué no se regula y legisla esta práctica?, ¿No interesa? Entiendo que quien hace uso de tales prácticas debiera asumir una pena equivalente al delito o mala praxis que trata de infligir a su acusado. Tal vez así empezaría a higienizarse la vida pública.

                                                                              D. Robles

No hay comentarios:

Publicar un comentario