España es un país de larga historia religiosa y dado a
conmemoraciones tradicionales, tal es el caso de la Semana Santa que, en unas
poblaciones más que otras, se vive con gran intensidad y devoción.
León es una de estas plazas, que sin tanta publicidad ni
cobertura mediática se puede enmarcar en
las de mayor tradición e importancia.
La ciudad se llena de visitantes y los pasos que transitan
sus calles son un auténtico espectáculo.
Cualquier persona, seguidora de estos acontecimientos no
puede dejar de conocer, presenciar y vivir la Semana Santa leonesa.
Una puesta en escena, común al resto de las manifestaciones
que recorren nuestra geografía bajo una filosofía común.
Y aquí, quiero detenerme para comentar una pieza que me atrevo a aventurar única en el mundo.
Procesión que reúne todos los ingredientes menos alguno con fondo religioso:
netamente pagana y que este año 2015 convocó a 30.000 personas según datos
publicados el día después. Realización y desarrollo a cargo de la “Cofradía
Nuestro Padre Genarín”.
¿Cuál es su origen y quién fue el tal Genarín?
Personaje de finales del S XIX y principios del XX, fue
hombre de “buen vivir”. Pellejero de profesión, dado al alterne donde el orujo,
el tute y la carne hicieron su razón de ser. Ampliamente conocido en los
ambientes bohemios del León de la época.
La noche de Jueves Santo del año 1929, Genaro Blanco Blanco,
probablemente saturado y no es difícil intuir de qué, salió a hacer sus
necesidades a la calle, (en aquella época es de suponer que era lo habitual),
con tan mala fortuna que en una maniobra, la Bonifacia (nombre que se dio
al primer camión de la basura que se
utilizó en León para tal menester) lo aplastó en el tercer cubo de la muralla.
Tras su muerte cuatro personas, a la postre los Evangelistas:
Nicolás Pérez Porreto (árbitro de fútbol), Eulogio el gafas (taxista aficionado
a la copla), Luis Rico (dícese de buena familia y mejor juerguista) y Francisco
Pérez Herrero (poeta) se reunieron en 1930 en la Plaza del Grano, y visitando
tascas a la vez que recitaban versos conmemoraban la vida del ya difunto.
Fue tal la expectación y atractivo que provocó, la evolución
y crecimiento que experimentó que en 1957 las autoridades del momento la
prohíben, al parecer por encontrarse esta procesión con la religiosa y ser
sustancialmente más numerosa.
Con los albores de la recuperada democracia, en 1977 se
recupera también la procesión con la ayuda de Pérez Herrero, único
sobreviviente de los cuatro Evangelistas.
Hoy, ya arraigada la tradición, los hermanos cófrades se
reúnen la noche de Jueves Santo, celebran la Santa Cena y se pone de manifiesto
los versos que recuerdan la vida de Genarín, donde una encíclica compuesta cada
año por un anónimo poeta trasmite asuntos de actualidad, bien de la región,
bien del país. Posteriormente se dirige en procesión hacia la Plaza del Grano
portando a hombros los pasos: La cuba, la imagen de Genaro, la Muerte y la
Moncha. Esta última parece ser la prostituta que socorrió a Genaro en sus
últimos momentos tras el atropello.
Procesión que termina en la torre de la muralla donde Genarín
perdió la vida.
Finalizan los actos con el hermano colgador trepando la
muralla para depositar las ofrendas: pan, queso, naranjas, corona de laurel y
una botella de orujo.
Este año 2015, como manda la tradición: los cófrades
discutieron la noche del jueves sobre los asuntos del caso. Se bautizaron los
neófitos y se dio lectura a la encíclica con versos burlescos.
En esta ocasión correspondió a la instruida por José María
Repefo González: “Nuestro Padre Genarín, desvirgado y mártir”. Ganador del
certamen genariano de versos burlescos organizada por la Cofradía “Nuestro
Padre Genarín”.
Tal es la trascendencia de los hechos que el libro escrito en
1981 por un reconocido escritor leonés como Julio Llamazares: “El entierro de
Genarín; Evangelio Apócrifo del último heterodoxo español” fue agotado. Posteriormente fue llevado a la
pantalla, estrenándose en Valladolid en 2009: “Bendito canalla”, tras ser seleccionada en la 46ª edición del
festival de cine de Gijón en 2008.
Conclusión: entre la tradición ancestral y la menos secular,
León en Semana Santa se convierte en una cita ineludible.
Resulta de obligado cumplimiento un paseo por su barrio
húmedo, también único en el mundo, al que hay que decir que no se hace indispensable
emular a Genarín, para sentir una invitación a incorporarse a su señal de
identidad.
D. Robles
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