Recientemente se fundó una asociación cuyo nombre
–Nonéomesmo- (no
es lo mismo) es muy ilustrativo. Invita a una reflexión. A mí me provoca
pensar si como consumidor actúo bien o no; si lo hago de forma responsable o lo otro,
y si hay algo que pueda hacer para invertir una tendencia o sucumbir a la
impotencia de ser una víctima más del sistema.
Como soy de los que piensa que no hay mejor cosa para
conseguir nada que no intentarlo, espero que si al menos este comentario hace
reflexionar a una persona y esta a su vez a otra, habrá merecido la
pena.
Es una asociación de productores de proximidad. De
productos ecológicos. Son nuestros vecinos que nos invitan a conocer
otra forma de alimentarnos.
Proveernos de sustento nutritivo para mantener viva el
alma física es un
proceso diario que hacemos de forma natural, en franca ausencia de reflexión sobre el qué y el cómo lo
hacemos.
Llenamos una cesta de compra más con la
vista y la cartera que con la cabeza. Nos educan para ello y obedientes
cumplimos con el ritual.
Conociendo las debilidades o costumbres del
consumidor, la maquinaria y marketing de la gran distribución coloca en amplias
exposiciones un buen abanico de piezas interesantes de tal manera que al
tropezarnos con ellas no resistamos la tentación de volcarlas a la cesta, las busquemos
o no. Las necesitemos o tampoco.
Compramos barato (eso creemos) = gastamos más.
Nuestro alimento carnal, en gran medida y tal vez
aumentando lo obtenemos a través de grandes distribuidores, sobre todo en ciudades y
núcleos con un
mínimo de
población.
Esa gran distribución, es también un gran
negocio, algo que a veces no es compatible con la ética, el
rigor y seriedad.
Son conocidas las prácticas en este sector para obtener
beneficio: procurar la obtención en exclusiva de un proveedor para después extrujarlo
al máximo; marcar
el precio de compra, también de venta y llegar a un punto donde quien produce no
gana, quien consume tampoco y sólo tiene beneficio quien dirige la nave.
¿Debe tener beneficio una empresa? No se pone en duda.
La pegunta es si el beneficio ha de ser a cualquier precio,
desmedido, y también si la avaricia que se apodera de alguien no es un
riesgo para el resto de actores.
En nuestro entorno hay numerosos productores que desconocemos
(la maquinaria comunicativa está al alcance de unos pocos), que ofertan sus productos
criados en forma natural: puede ser ecológico o simplemente casero. En ambos
casos producto fresco y alejado de la perversión monetaria.
Los BIP (gran distribución) del sector
seleccionan el producto con buena presencia. Obligan a deshechar el que no
tiene buen aspecto aunque sea igual que el lucido y...... ¿Qué hace el
productor con este? ¿Tirarlo?, ¿Comérselo?
1litro de leche nos parece muy caro pagar por encima
de 60 cts. Pagar 1€ al productor es un exceso aunque esta leche sea
natural y la de 60 cts un sucedáneo. Después invertiremos 5€ al día en cafés con leche,
o algo parecido.
No voy a proponer que no se tome café, faltaría más. Soy gran
aficionado al mismo.
No nos fijamos en el origen de la de 60cts respecto de
la de 80 o la de 1€, ni tampoco quien la embasa, distribuye y nos
presenta. No nos importa saber qué compramos. Nos importa el precio, total, toda es
blanca.
Una mandarina, antes de comprobar si es mejor o peor
que otra nos fijamos en su precio. Tampoco miramos el origen ni nos preocupan
los cauces y procesos por los que llegó tan bonita a la estantería ni cual fue
su fase de conservación.
En definitiva, todo funciona así porque somos
más consumistas que consumidores.
Si ejerciéramos un consumo responsable en todo
cuanto usamos, posiblemente haríamos que las cosas fueran diferentes.
Vista y neuronas son inversamente proporcionales
cuando nos encontramos ante productos de consumo.
Al lado de nuestra casa tenemos buenos productos. A
veces los miramos pero no los vemos. Los exponen cerca de nosotros, pero no los
vemos. Nos da lo mismo.
¿Conseguiríamos algo consumiendo estos productos de
proximidad? Pues sí:
1- Alimentarnos de forma más saludable.
2- Favorecer a nuestros vecinos productores.
3- Hacer del rural un espacio sostenible, habitable y
por tanto recuperable.
4- Enriquecer nuestro entorno y por extensión a nosotros
mismos.
5- Una sociedad más justa y redistributiva.
6- Lo que ingresa un productor de proximidad revierte
en el entorno. Lo que ingresa un distribuidor BIP, en el mejor de los casos
revierte en paises foráneos.
La distribución BIP prioriza la producción elaborada,
criada a base de sustancias de gran desarrollo y en algún caso de
dudosa salubridad.
Aprieta cuanto puede a quien produce y nos educa
conforme a su interés, haciéndonos fácil lo menos interesante.
Para aconsejarnos, educarnos, o como querramos
definirlo existe un apartado en el presupuesto anual dedicado a la publicidad.
¿Es lo mismo consumir carne producida en el campo al
aire libre con todo tipo de cuidados que la que se produce en aquellas granjas
donde son conocidos los procedimientos de engorde?
No, no es lo mismo.
Es cierto el nombre con que se bautizó esta
asociación de productores de proximidad y producto ecológico:
"Nonéomesmo"
La implantación de un BIP suele venir acompañada del
mensaje de creación de empleo. Algo muy sensible que tiene calado social.
Mensaje para crear afinidad. ¿Es cierto? No del todo.
No se dice cuánto tiempo va a durar ese empleo, en qué condiciones se
desarrolla y también cuánto contribuye a destruir otro. Asunto importante para tratar
en un apartado propio.
Me quedo con el mensaje clave: NONÉOMESMO - NO
ES LO MISMO.
Sirvan estas líneas además, como reconocimiento general,
reivindicación y homenaje a esas gentes del campo, gracias a las
cuales comemos también en las urbes, y en particular a un luchador, una
persona comprometida y buen amigo: XOSE MANUEL DURAN
D. Robles
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