¿Qué es
consumo responsable?
Pregunta que da cabida a un universo de respuestas.
Cuando hablamos lo hacemos utilizando conceptos, valores asociados a los mismos y es habitual y normal que
se haga sin una reflexión sobre aquello de lo que hablamos y menos aún bajo un mínimo
ejercicio de compromiso sobre todo ello.
Todos
consumimos todos los días, desde que despertamos cada mañana hasta que plegamos
el párpado al final de cada jornada.
Si parte de
este consumo que hacemos; no digo todo, sólo parte, lo hiciésemos bajo el
compromiso de la responsabilidad social que nunca debiéramos dejar aparcada,
estaríamos contribuyendo de una forma difícil de imaginar a cambiar el mundo.
Todos en el ámbito individual, sumando pequeñas cosas, somos capaces de
conseguir grandes metas en un contexto colectivo. Mucho más de lo que podemos
prever. Sólo es necesario un poco de conciencia y voluntad.
Hoy es fácil
conocer el origen de muchos productos que usamos en nuestra vida diaria, al
menos en una sociedad como la occidental donde el nivel de educación se supone relevante y la comunicación fluye a
pesar de los medios tradicionales que en muchos casos están al servicio del
poder y por ello obedecen a una máxima, muy bien definida por un importante
periodista americano allá por los años 60 que venía a decir que, a la gente más
que decirle qué pasa hay que decirle aquello que interesa que sepa. Pues bien,
aplicado el cuento, quién no sabe hoy que una gran parte de productos de
consumo habitual son elaborados en régimen de esclavitud, a lo que hay que
añadir, de niños; marcas ilustres que copan titulares de liderazgos, que
invierten en publicidad grandes cantidades, forma de comprar información y
medios, unos más que otros, alguno incluso, haciendo uso de otros mecanismos y nosotros,
no sólo somos colaboradores de la misma sino que además presumimos de ser
portadores de tales emblemas.
¿Estamos
siendo responsables, o corresponsables? Dicho de otro modo ¿somos conscientes
de ejercer un consumo responsable? ¿alguna vez pensamos en ello? O por el
contrario estamos siendo corresponsables de esa esclavitud, a la vez que
contribuimos a que nuestros respectivos países se empobrezcan, porque ese es el
camino. Las personas que hoy sufren este tipo de esclavitud no les ayudamos
comprando estos productos, al contrario, estamos favoreciendo que sigan en esta
penuria, su redención pasa por otro tipo de actuaciones que otro día
comentaremos.
Me dirán, sí
pero ¡es que el precio! Es el mejor ejemplo que ilustra el dicho, “un árbol nos
tapa el bosque”. No es la primera vez ni será la última que podemos afirmar que
lo barato resulta caro.
Si hablamos
del campo español, vemos que hacen las grandes firmas de distribución con sus
productos. Un caso claro y sensible, la leche, los productores explotados,
algunos arruinados porque les marcan el precio de lo que compran y también de
aquello que les venden, sabemos cuál es y qué pasa. Después los consumidores
hacemos una gran compra al adquirir la leche a un precio bajo (relativamente),
es su “enganche,” sin darnos cuenta que esa oferta la estamos compensando
ampliamente por otro lado a la vez que contribuimos a conseguir sus objetivos.
¿Cuál debe
ser nuestra respuesta? Comprar al productor, ¿cómo? Preocupándose sólo un poco
de encontrarlo, unas veces de forma directa otras en el propio comercio
adquiriendo aquella que debemos. La diferencia entre leche que cuesta 1€ y la
que cuesta 0.58 ó 0.70 ¿sólo es el precio? ¿Es éste muy relevante? Un ejemplo.
¿Cuántos cafés tomamos al día? ¿Cuánto cuesta un café? Y si es con leche ¿con cuál?
Nadie crea que estoy pensando en no tomar café, sólo faltaría, me confieso buen consumidor, pero ¿realmente
jugamos bien con los números?
¿Somos
consecuentes y lo más importante responsables como consumidores?
Ejemplo de
actuación que podemos hacer extensivo a todo el agro, carne, frutas,
hortalizas, etc.
Sin el campo
no hay vida, tampoco en la ciudad, tengámoslo claro
Otro tanto
ocurre en el ámbito comercial. Qué supone hacer nuestra compra en el comercio
de barrio, de calle, pequeño, próximo que por añadidura es un consumo que
revierte en el propio entorno, es decir, en nosotros mismos, a hacerlo en las
grandes áreas de distribución que a saber dónde va a parar a la vez que ejercen su presión política para quedarse
solos y así campar a sus anchas. Un dato, cuando abre sus puertas una
superficie de estas características anuncia un importante volumen de puestos de
trabajo, lo dicen todos los medios y es con lo que nos quedamos, lo que no nos
cuentan es cuantos van a quedar y quedan pasado un mes o dos y en qué
condiciones, esto no lo dicen los medios, a lo que hay que añadir el que destruye en el pequeño comercio, mientras que es éste, el pequeño, el gran
empleador con gran diferencia y creador de empleo estable, esto no suelen
decirlo los medios.
Otro dato,
todos conocemos estaciones de servicio donde nos tenemos que autoabastecer, ¿es
por ello más barato el combustible? No
Cadenas de
hipermercados y supermercados que están instalando máquinas para que nosotros
mismos hagamos el pago de la compra ¿nos resulta más barato? No
Sí ocurrirá, sin embargo,
que una vez que nos adaptemos y cojamos el hábito empezarán a sobrar los
puestos de trabajo de las personas que hoy lo hacen. ¿Cuál puede y debe ser
nuestra respuesta como consumidores responsables? No utilizar estos servicios
destructores.
Un trabajo
publicado recientemente por la consultora Nielsen Iberia y realizado en 58 países
dice que cada vez más gente está dispuesta a pagar un poco más por un producto
responsable, España está por encima del 40%, a la cabeza Italia y Portugal.
Ahora sólo
falta que además de decirlo lo hagamos.
¿Somos
realmente consecuentes y por tanto consumidores responsables?
De alguna
manera somos víctimas de las élites económicas, de los grandes aparatos de
comunicación a su servicio y eso hace que actuemos más por inercia y por
impulso que por conocimiento y menos aun, bajo reflexión.
Ahora bien,
nunca es tarde para intentarlo.
D. Robles
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